Los fans de Bad Bunny nunca vivieron en un México donde no se podía hacer conciertos masivos, porque acababan en tragedia. Les parecerá anecdótico que un presidente (Luis Echeverría, “prohibió el rock”, después de Avándaro, pues se consideraba “subversivo y peligroso”. Cuando Queen, en 1981 vino a Monterrey y Puebla quedó claro lo poco preparados que estábamos para semejante euforia, ese último concierto fue un trágico caos, por años no hubo conciertos masivos en nuestro país hasta finales de los 90.
Por ello es aún más grave lo que ocurrió con los boletos clonados, robados o ignorados en el pasado concierto de Bad Bunny en el Estadio Azteca.
Sabemos que por años el tema de conseguir una entrada era casi imposible hasta para quien pudiera pagarla, pero el pagarla y ser rechazado al llegar es inconcebible. Se habla de sobreventa, como si esos asientos fueran un avión. Como si los fans se fueran a quedar callados. Como si las pobres personas que pusieron solos en las puertas pudieran lidiar con una multitud iracunda y con razón. Algo está muy podrido aquí y todos lo sabemos. ¿Qué fue lo que se salió de control? No fue la altísima demanda por el artista, fue la avaricia que siempre ha existido, se ha manifestado a través de la reventa (no oficialmente) sancionada y donde ya hay demasiados intereses silenciosos que crecieron con la euforia. Esto fue la gota que derramó el vaso, y si no se hace algo enorme de inmediato será imposible que los grandes músicos quieran volver y que la gente les crea que un boleto legal asegura la entrada. ¡No es aerolínea! Y el nivel de frustración no se puede reembolsar. Continuara...
@susana.moscatel