Es oficial, hemos enloquecido. Les cuento: el otro día fuimos al cine a ver otra cinta que no era Minecraft. O eso pensamos. Error nuestro de ir al cine un domingo en la tarde sin esperar consecuencias ante tanta popularidad, pero los gritos en la sala de al lado, llena de muy jóvenes adolescentes que sí fueron a ver la cinta del videojuego, se metían en nuestra sala.
Cuando tratamos de salir por palomitas tuvimos que esquivar al menos tres grupos de chicos con el “síndrome de influencer”, haciendo lives y bailes afuera de la sala. Ir al baño parecía una auténtica carrera de obstáculos.
No es que no celebre el éxito de la cinta protagonizada por Jack Black y Jason Momoa. Y no es como si, con la premier que tuvieron de ella en México no hubieran llegado las advertencias, pero ya es oficial, al menos en la Gran Bretaña y partes de Estados Unidos: “Cualquier persona que sea sorprendida grabando, bailando o gritando durante la película, será retirado del cine sin derecho a reembolso”, llegó el comunicado de dos exhibidoras distintas. Es oficialmente un problema.
¿Qué esta pasando? Ya hubo quien me dijo que ni me queje, porque fui de las que tuvieron que controlarse para no hacer de la proyección de Wicked un karaoke el año pasado. Pero no es solo emoción. Resulta que hay una tendencia llamada Chicken Jockey, donde se deja ir una extraña multitud de gente ante un bebé montando una gallina, para que el público reaccione.
¿Cómo? Parándose en los asientos, arrancando las camisas, grabando y causando caos total en las salas, para ser subido a TikTok, con todo y lo que está ocurriendo en la pantalla de fondo. Siendo honestos, hay peores problemas que este. Pero de que se les ha salido de control ya en varios lugares, eso sin duda. Y de que es una señal más que particular de los extraños tiempos que vivimos, vaya que lo es.