Ha comenzado el nuevo juicio en Nueva York donde el ex productor Harvey Weinstein intenta, una vez más, hacer creer al mundo que todas las mujeres que lo acusan “lo deseaban” y “eran amigas con beneficios”.
Así como suena de absurdo y con una mujer más sumándose a las acusaciones originales (se repitió el juicio que ya lo habían encontrado culpable por maniobras legales); este hombre que dice estar luchando por su vida en la cárcel (ahora en el hospital) tiene aún la inmunda capacidad de culparlas a ellas por ser violadas y agredidas sexualmente a través de los años.
Hollywood puede ser una fabrica de sueños, pero aquí es cuando se vuelven pesadillas de las cuales no se puede despertar.
Hace un par de días se publicó un artículo, en el que se narraba cómo Weinstein se sigue dando el lujo de programar sus días en prisión, cómo se la pasa leyendo autobiografías y, aquí lo escandaloso: sigue operando como cualquier mafioso o narcotraficante detrás de las rejas. Asegurándose que se publiquen notas de desprestigio o incluso favores para quienes lo ayudan en algunos medios de comunicación y en campañas de redes sociales.
Él ha llamado a su encarcelamiento “el infierno”, que sería más adecuado para describir lo que ha hecho pasar a tantas mujeres. Platicando con compañeros, periodistas y actrices comentábamos la preocupación de cómo las percepciones han cambiado, desde los primeros momentos del #MeToo hasta ahora. De cómo el péndulo regresa fuerte y vengativo en estos tiempos políticos. Por favor, no olvidemos lo que sabemos de este depredador. Si nos pasa con él, ¿qué esperanza de justicia podría tener alguien que no se defiende ante los ojos del mundo?