Guillermo del Toro es considerado por muchos de nosotros como uno de los mejores seres humanos que conocemos y, el hecho de que su talento y pasión trabajen en función de eso, lo vuelve una de las personas más relevantes de nuestra era. Tomando eso en cuenta, no dejo de celebrar aún más los mensajes que compartió con el mundo en la proyección y conferencia de prensa de su Frankenstein en el Festival de Cine de Venecia.
“Creo que la cinta trata de mostrar personajes imperfectos y el derecho que tenemos de permanecer imperfectos”, dijo en este viaje sobre lo que significa “ser humanos” en estos tiempos, aunque todo parta de un espejo como lo es la novela de Mary Shelley publicada por primera vez en 1818.
En el cine actual uno de los temas que más preocupan es justamente mantener esa humanidad amenazada desde muchos frentes. Hoy, muy particularmente, por la IA. “Le temo mucho más a la estupidez natural que a la inteligencia artificial”, aclaró también el director, poniendo en palabras perfectas un temor compartido por muchos de nosotros.
Me quedo con lo siguiente: ¿para qué consumimos arte y entretenimiento en estos días? Muchos lo hacen para evadirse.
Secuelas, precuelas, fórmulas y reality shows divierten,pero ¿qué nos dejan? Tal vez lo que el director —y el monstruo de su película— vinieron a recordarnos es que el arte también puede ser un ejercicio de abrazar nuestra humanidad y salir, aunque sea un rato, del algoritmo que nos alimenta a diario con comida chatarra para el alma.
De vez en cuando se antoja una hamburguesa, y no pasa nada. Pero ¿de qué queremos nutrir nuestra existencia y nuestra humanidad en estos tiempos? Me encanta que nos recuerden que, al final, cada uno de nosotros decide su propio —siempre imperfecto— menú emocional.
