Mucho se habla de que estas fechas son época de amor y paz…. Dos palabras que parecieran utópicas en este momento en nuestra sociedad y en nuestro país.
De alguna forma u otra, lo que hoy nos duele, nos preocupa y nos ocupa, tuvo un origen derivado de casos particulares que crecieron y se generalizaron…
Se trata de la mentada descomposición del tejido social. ¿Y qué es el tejido social?
Se compone de las unidades básicas de interacción y socialización de los grupos de una sociedad: la familia, la comunidad, las instituciones como la escuela y la iglesia, entre otras.
En el caso de la familia, los vaivenes económicos se traducen en desempleo, mayor tiempo de ocio, depresión y por supuesto, violencia física como emocional y psicológica. A ello se suma innegablemente la revolución digital, que abre una brecha de distancia entre padres e hijos, hijos y abuelos y en general en la familia… hasta en los tiempos de convivencia.
La planeación urbana también es factor en los cambios de las familias actuales, la reducción de metros cuadrados para la convivencia y la ampliación de distancias con los centros de trabajo, nos voltearon la vida, con ciudades alternas llenas de dormitorios.
Si como autoridad hemos sentido que hemos perdido el respeto, las y los profesores llevan la peor parte. Saben que son susceptibles permanentes al reclamo de un padre de familia al que no le pudo parecer el tono en el que le llamaron la atención a sus hijos. Es decir, en el contexto del legítimo respeto a los Derechos Humanos, hemos debilitado las figuras de justificada autoridad ante las nuevas generaciones, iniciando por la escuela.
Las narrativas moldean conductas y desafortunadamente, las narrativas actuales en la gran mayoría de los programas de televisión, presentan al éxito económico como la principal meta, aún a costa de principios, valores y la integridad de las personas.
Y así es como podemos entender por qué a los papás, muchas veces ausentes, les cuesta trabajo entender a sus hijos y tener autoridad ante ellos; les es difícil dialogar porque no encuentran puntos de coincidencia, a la par de que las nuevas generaciones encuentran en el consumismo su principal doctrina de vida, a costa de lo que sea y de quien sea.
Por ello, los mejores deseos es que podamos pasar tiempo en familia, tiempo de calidad, valorando lo que realmente importa para la paz y tranquilidad de nuestras familias. Y que no nos rindamos en el esfuerzo, que sigamos una y otra vez por trabajar desde casa la armonía, sin darnos por vencidos.
¡Felices fiestas!