México es un país en el que mayor o menor medida o incluso radicalmente, se cambia la mentada “estrategia de seguridad” en cada ciclo político, incluso en aquellos que duran tres años.
Esta idea de imprimir un “sello” propio de cómo debe resolverse la inseguridad por parte de los personajes políticos, aun cuando pudieran no tener la experiencia o preparación necesaria, trae consigo costos muy altos, no solo en el plazo inmediato, sino en el mediano y largo alcance.
¿Podría imaginarse que cuando entrara un nuevo alcalde o gobernador, decidiera clausurar una carretera terminada y empezar a construir otra porque tiene una idea mejor? ¿Cambiar el trazo de la ciudad? ¿Apagar una sección del alumbrado público en lo que se le ocurre algo mejor?
La prueba más inmediata de que esto si ocurre en seguridad pública lo vemos en las policías municipales y estatales (las únicas instituciones civiles actuales en el país), que en la mayoría de los casos, les ha costado desarrollarse y más aún, consolidarse.
Difícilmente un nuevo presidente municipal permite o provoca que se quede un Jefe de Policía anterior, por más de carrera y efectivo que sea, especialmente si son de administraciones de partidos políticos distintos. Y así es como se comprende el reciclaje y la peregrinación de mandos de seguridad que cada tres años son relevados de sus cargos, lo hayan hecho bien o incluso su permanencia aún si lo han hecho mal, cuando el partido en el poder se perpetúa.
Cuando las decisiones institucionales y las políticas públicas dependen únicamente de un estilo personal de gobernar o dirigir, se dejan de construir procesos a mediano y largo plazo, en detrimento de la seguridad y bienestar de la ciudadanía.
¿Qué es necesaria la rotación de personal? Si lo es. ¿Qué es sano cambiar rutinas y dinámicas para provocar que el personal salga de su zona de confort? Ciertamente lo es. ¿Qué es indispensable detectar y sancionar a quienes cometen actos de corrupción? Definitivamente lo es.
Pero de ahí a querer inventar o meter mano (y gente) a diestra o siniestra, hay una gran diferencia. Muy grande.
Además de la inversión, la infraestructura y la tecnología, el elemento más importante de las instituciones de seguridad es su recurso humano.
En la construcción de instituciones en materia de seguridad, lo ideal sería que los nombramientos se hicieran en razón de méritos al interior de las mismas y no a causa de afectos o aspectos políticos. Sería impensable que al frente de la Secretaría de la Defensa se nombrara a un civil, que guardando sus debidas proporciones, es el equivalente en el escenario nacional.
Ello obligaría además a la creación de cuadros de alta calidad, con capacidades de liderazgo y de tipo gerencial, que provocara estos nombramientos de manera natural.
El reclutamiento y la capacitación de las y los policías es tan importante como su retención, que se logra a través de generar aspiraciones y una carrera policial, que más allá de los cambios de administración logren perdurar en el tiempo de forma positiva, porque después de todo se trata de una inversión a largo plazo para la ciudadanía, tal y como ocurre con las carreteras que no pueden ser destruidas cada trienio o sexenio. _