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Las siete “P´s” de la violencia

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  • Sophia Huett

Considerando que las y los jóvenes son los más afectados por la violencia ¿qué falló para que los niños de ayer sean las víctimas y victimarios de hoy?

Michael Kaufman es un académico canadiense que orientó su trabajo a analizar la violencia, el poder y la masculinidad, en el que se incluye el análisis “Las siete P´s de la violencia en los hombres”. Se trata de un trabajo que vale la pena revisar y trasladarlo a la realidad social de nuestro país.

Primera P, “Poder Patriarcal”. En la triada de violencia, especialmente en la que participan los hombres, se detecta que cada forma de violencia ayuda a crear otras violencias. Los actos individuales de violencia de hombres contra mujeres no ocurren en el aislamiento, por el contrario, se vincula con la violencia de hombres contra otros hombres. Se trata de un mecanismo presente desde la niñez para establecer un orden jerárquico que desde temprana edad se interioriza; la consecuencia no solo es que se aprenda a utilizar la violencia de forma selectiva, sino que se aprende también a transformar una serie de emociones en ira, incluso a través de conductas autodestructivas.

Segunda P, “Percepción de Derechos”. Más allá del poder que obtiene mediante el uso de la violencia, se trata de la idea que desarrolla el hombre sobre su derecho a tener ciertos privilegios. Si la comida se le sirve tarde, la esposa será maltratada, no por la intención de que no vuelva a ocurrir, sino para afirmar que tiene el derecho de que alguien le sirva.

Tercera P, “Permiso”. Además de permitirla, la violencia es glamorosa y se recompensa. Se trata de la autorización que otorgan ciertas tradiciones sociales y enseñanzas religiosas; los deportes, el cine, la literatura y la guerra celebra esa violencia de una forma u otra, voluntaria o involuntariamente.

Cuarta P, “Paradoja del Poder”. Hay experiencias contradictorias en las que los hombres (desde niños) construyen su poder social e individual con una fuerte dosis de temor, aislamiento y dolor. Si el poder se construye como una capacidad para dominar y controlar, se debe contar con una armadura personal para generar distancia con los demás. Un niño u hombre inseguro que debe mostrar su hombría, podría ser orillado a un abismo de temor, aislamiento, ira, autocastigo y agresión. En este estado emocional la violencia se convierte en un mecanismo compensatorio, que busca reestablecer el equilibrio de afirmarse a sí mismo.

Quinta P, “Armadura Psíquica de la Masculinidad”. La violencia ejercida por los hombres también es el resultado de una estructura de carácter basada en la distancia emocional respecto a las demás personas. Dichas estructuras se crean desde la infancia, ya sea por ausencias o por distancias emocionales. Una de sus consecuencias es la disminuida capacidad para comprender los sentimientos de otras personas… incluyendo la de las víctimas en dado caso.

Sexta P, “Masculinidad como una olla psíquica de presión”. Muchas de las formas dominantes de masculinidad dependen de la interiorización de las emociones y su transformación en ira. No solo es la incapacidad de comunicar sentimientos, sino de declarar inválidas las emociones naturales. Mientras en el hogar se les enseña a los niños a no llorar y a actuar “como hombres”, en el deporte se les insta a ignorar el dolor.

Séptima P, “Pasadas Experiencias”. Un gran número de hombres crecieron en hogares en donde la madre era golpeada por el padre. Ello generó la repulsión a la violencia, una respuesta aprendida o ambas cosas: hombres que usan la violencia contra las mujeres, pero que a menudo experimentan un profundo repudio por sí mismos y sus conductas. A ello se suma la violencia vivida en la infancia entre pares, traducida en peleas y hostigamiento, condiciones en las que la mera sobrevivencia requirió aceptar e interiorizar la violencia como una norma de conducta.

Cuestionar la violencia requiere de una respuesta articulada que incluye poner fin al permiso cultural y social hacia los actos de violencia.

Es como si se hubiera educado a los niños a ser estoicos para sobrevivir, además de que la ira es la única emoción válida. Y aunque si bien no se trata de una respuesta exclusiva de hombres, en ellos son más comunes las respuestas violentas ante el temor y el sufrimiento, la inseguridad y el dolor, el rechazo y el menosprecio. Sumemos a ello la tradición de que la masculinidad es cuestión de poder y control, por lo que no ser poderoso significa no ser hombre y que la violencia es el medio para probar lo contrario.

Para erradicar la violencia debemos partir de donde empieza, con las transformaciones sociales, políticas, legales y culturales que ello implica.

Y urge.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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