En la historia del combate a la delincuencia de nuestro país, al hablar de historia de éxito del Estado, la tradición nos obliga a pensar que se refieren a la detención de los líderes de las organizaciones delictivas.
En la mayoría de las ocasiones, la cobertura informativa se orienta a saber si ya fue detenido o no el líder y a considerar que un operativo fue exitoso o fracasó de acuerdo a si esa captura “del personaje” ocurrió.
La Zona Metropolitana de La Laguna, integrada por cuatro municipios de Durango y Coahuila, alcanzó entre 2011 y 2012 los puntos más críticos en cuanto a violencia y homicidios. La acción institucional basada en la inteligencia e investigación, permitió detener a más de 20 personas que tenían diversos grados de participación. En los años subsecuentes se pudo constatar la disminución de diversos delitos, principalmente homicidios.
En el año 2015 fue detenido Servando Gómez en Morelia, Michoacán. Antes de llegar al líder, tuvieron que ser detenidas más de 350 personas relacionadas con la organización delictiva que el profesor dirigía.
Para cuando fue detenido, su capacidad de fuego estaba disminuida, contaba con recursos económicos limitados e incluso en algún momento, a fin de evadirse de la justicia, Servando Gómez tuvo que esconderse en cuevas enclavadas en la sierra michoacana en condiciones muy precarias.
Las experiencias conocidas en Guerrero y Sinaloa, por citar algunos ejemplos, permiten entender que cuando los esfuerzos únicamente se concentran en detener al líder de las estructuras criminales, el efecto en términos de violencia puede ser contraproducente.
Al no ser detenidos operadores logísticos y financieros, generadores de violencia, mandos medios e integrantes de la propia base, es cuestión de tiempo para que se reagrupen cuando el líder es detenido. Peor aún, la competencia por ocupar la cabeza de la organización, puede generar incluso más violencia.
Detener al líder de las organizaciones delictivas debe ser parte de la estrategia de seguridad, pero la estrategia de seguridad no debe basarse únicamente en la detención de la cabeza.
No se trata de lograr un encabezado triunfalista en prensa, sino de generar condiciones de tranquilidad duradera para la ciudadanía.