Número de detenidos, droga y armas aseguradas, vehículos recuperados. Estos son los indicadores tradicionales de las instituciones de seguridad para hablar de resultados. Y francamente, son indicadores incompletos y que poco reflejan la actuación policial.
Abro un paréntesis: en sentido estricto estaríamos hablando instituciones de seguridad de índole civil, pero también son aplicables para aquellas instituciones haciendo funciones de seguridad pública, incluyendo las militares. Para efectos prácticos se tomará como referencia el término lingüístico de la Policía y sus derivados.
Retomo. Por ejemplo, grandes aseguramientos de droga pueden significar un mayor volumen en su circulación, no más eficiencia; mientras que más patrullajes no disminuyen la criminalidad, no mejoran la percepción de seguridad o la evaluación de la ciudadanía sobre su Policía.
Aquí es donde aparecen organismos que por una módica (o no) cuota, brindan certificaciones a instituciones policiales. No se trata de eso, sino de una autogestión sincera que permita mejorar a las instituciones policiales.
Para conocer “qué tan buena” es una Policía se requieren indicadores de impacto final, pero también de actividad y estructura en la fuerza policial: el producto final es resultado de múltiples factores, donde debe examinarse lo que la Policía hace y cómo lo hace.
¿Cuáles son algunos de esos indicadores que se proponen como mejores prácticas El primero es la incidencia criminal y el desorden, indicador de producto final. El objetivo último de cualquier Policía es proveer seguridad, disminuir crímenes y actos de desorden, para que la comunidad esté libre de riesgos. Nada novedoso.
Los indicadores no solo deben centrarse en actos de represión (aseguramientos, detenciones), sino también en la prevención, pues aborda la relación que la Policía construye con la comunidad.
La tasa de esclarecimiento del delito es otro indicador. Suena utópico para una Policía que en su carácter de preventivo se le da una patrulla y un radio, pero ser preventivo es también realizar investigación y que ante la comisión de un delito, se realicen dichas funciones para detener a los responsables en coadyuvancia al MP.
Otro factor a medir es la percepción de seguridad. La evaluación policial por la comunidad también debe considerarse, pues la Policía es un servicio público y la ciudadanía es su cliente. ¿Qué se debe medir? El grado de satisfacción que las personas tuvieron en un contacto reciente.
Otro indicador es la autoimagen de las y los policías. Integrantes con baja autoestima y satisfacción laboral, difícilmente conforman una institución eficiente y confiable. No puede concluirse que, si no hay denuncias formales, no hay casos de desviación de la conducta. Incluye reclamaciones menores, como un trato desconsiderado, así como el índice de letalidad y datos sobre policías y agresores fallecidos en acciones policiales.
Para lograr una visión más amplia que logre el respaldo y la confianza ciudadana, debemos de partir de lo básico: defender la existencia de las Policías como un sinónimo de democracia. Menudo reto.