Política

Cuando se marcha un amigo

  • Seguridad ciudadana
  • Cuando se marcha un amigo
  • Sophia Huett

¿Lo has sentido en algún momento? Tristemente yo sí. Aun cuando muchos años han pasado, el sentimiento está intacto.

Como policía, tus compañeros se vuelven tus mejores amigos e incluso tus hermanos.

Son parte fundamental de tu aprendizaje, de hacer el día a día más llevadero, de darte el consejo acertado y de levantarte el ánimo cuando la realidad te cae encima.

Son hermanos de profesión, personas sencillas, responsables y trabajadoras.

Especialmente durante los despliegues, por las noches llegaba la convivencia que hacía la vida más llevadera. Platicábamos de todo un poco, de la familia, de nuestras experiencias, de nuestra infancia; siempre teníamos tema.

Nos enorgullecía reflexionar sobre lo mucho que habíamos vivido para llegar a la posición en la que hoy nos encontrábamos. Compartíamos historias de superación personal, la posibilidad de darles una mejor calidad de vida a nuestras familias, las tentaciones a vencer en el día a día, pero en especial, la convicción de trabajar por nuestro país.

Aunque los cambios en los servicios eran frecuentes, esa noche sentimos de manera particular la ausencia de algunos compañeros y amigos.

Pasaron dos días sin que supiéramos nada de ellos. A la mañana siguiente, nuestro mando nos dio una noticia que nos dejó impactados: Policías federales emboscados en Michoacán. “Sus restos serán trasladados a su base de operaciones en México para los honores correspondientes. Sirva nombrar a personal a su cargo para acudir a la ceremonia de Guardia de Honor”.

Nos uniformamos para un momento que jamás esperamos que llegaría. Mientras lo hacíamos, deseábamos que nada de lo que ocurría fuera real… pero era tan real como la lluvia que en ese momento acompañaba nuestro tan cercano y ajeno dolor.

Al llegar a la Ciudad de México nos encontramos con más de 10 ataúdes cubiertos con una bandera nacional cada uno. El único sonido que se escuchaba era el llanto de las familias.

Hicimos la Guardia de Honor a un costado de cada ataúd. Nuestros ojos mostraban una expresión nunca vista. Llorábamos sin lágrimas, con un sentimiento tan profundo que se extendía por todo nuestro cuerpo.

No solo eran policías caídos, eran amigos, hermanos de quienes habíamos aprendido también a vivir. Eran amigos que nos habían enseñado a sonreír hasta en los días más difíciles. Amigos con los que apenas unos días antes platicábamos.

Sin poder evitarlo, una lágrima escapó de mis ojos y resbaló por mi mejilla. Creí que nadie lo había notado, pero solo lo creí, porque estábamos a la vista de todos.

Por instantes olvidé en donde estaba y me apoyé en la esquina de uno de los féretros y desahogué toda mi ira, impotencia y las ganas de arrancarme la vida misma con la ausencia… hasta que mis piernas vencieron el peso de mi cuerpo y me arrodillé a un costado de las coronas de flores.

Sabía que no volvería a estar con mis amigos, pero también que nuestras vidas deberían seguir, para escribir nuestras historias, en la que al menos una de ellas, sería para que nuestros amigos nunca fueran olvidados.

Recordar a los amigos es revivir cada momento y cada aventura.

Recordar a los amigos es saber que siempre están ahí, esperando que uno los necesite para hacerse presentes con el mejor de sus consejos y sonrisas, de esas que salen del alma para iluminar la esperanza de que todo irá bien.

Recordar a los amigos es no permitir que partan sin un legado.

Quizá un día, cuando necesite hablar de todo aquello de lo que hablábamos, quizá ese día yo también querré partir a no sé dónde.

Texto del Suboficial Hernández, del año 2014, en memoria a compañeros fallecidos en Michoacán en el año 2009 y hoy, un homenaje a los compañeros marinos caídos en el cumplimiento del deber.

Esta es una pequeña muestra de lo que se siente cuando vemos partir a quienes han dado su vida a México.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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