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Ciudadanas y ciudadanos, niñas y niños, todas y todos

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  • Sophia Huett

Imagine a un hombre y una mujer en un edificio corporativo. Ambos visten traje oscuro y blusa o camisa blanca; al hombre agréguele una corbata.

Si usted requiere información sobre una persona o cómo llegar a un área ¿a quién se la pediría? ¿al personaje femenino o al masculino? ¿por qué?

Yo tengo la respuesta: muy probablemente a la mujer. Lo respondo bajo la experiencia vivida. Antes, al utilizar un uniforme y un grado en el hombro, resultaba poco común que esperara que fuera la asistente “del jefe” (así, en masculino).

Hoy, ya de civil, resulta evidente que los conceptos que en el mundo laboral se desarrollan en torno a la presencia de las mujeres en las instituciones, nos coloca en los espacios de asistencia y recepción. Ni qué decir que uno recibe el mote de “señorita”, “guapa” o “mija”, con el que difícilmente llamarían al “licenciado”.

En algún momento fui de las personas a las que les resultaba molesto el uso de expresiones como “ciudadanas y ciudadanos”, “niñas y niños”, “las y los funcionarios”, entre otras más que incluso se pusieron de moda.

Pero en un momento mágico entendí por qué la necesidad de este “desdoblamiento del lenguaje”. Al decir “las y los policías” o “las y los mandos”, se hacía evidente que existía una presencia femenina en las labores de seguridad e incluso de tipo directivas y que al nombrarlas, se hacían visibles.

Entendí que mientras la idea colectiva no nombre a las científicas, las arquitectas, las doctoras, así como en el ambiente de seguridad a las suboficiales, las inspectoras y las comisarias, se crea una idea de que son posiciones fuera del alcance del género femenino.

De aquí paso al segundo tema, mucho más delicado que del lenguaje: el feminicidio.

El Doctor en Derecho Álvaro Vizcaíno presentó hace algunos días en su cuenta de twitter un razonamiento claro del por qué la necesidad de tipificar como feminicidio la muerte violenta de mujeres por el hecho de serlo. Los argumentos: visibilizar el problema (desde el uso del lenguaje), medirlo, focalizar recursos, diseñar políticas públicas, prevenirlo, así como profesionalizar a policías, ministerios públicos y jueces para actuar conforme a protocolos de género.

A ellos se suma el cumplimiento con el principio pro persona y actuar conforme a las principales convenciones y sentencias de organismos internacionales.

Quien fuera titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indica que las cifras comenzaron a publicarse en enero del 2018, con datos del 2015, dado que antes no había cifras oficiales.

Hay a quien le molesta (incluso mujeres) y le parece innecesario emplear “todas y todos”, al exponer que la Real Academia de la Lengua señala estos “desdoblamientos” del lenguaje como innecesarios, en el entendido de que la mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante para el contexto, así como que el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino.

Algo tan sencillo como visibilizar a las mujeres mediante el uso del lenguaje, así como algo tan doloroso y complejo como contar con un tipo especializado para atender el homicidio de mujeres por su condición de género, requiere un esfuerzo extra.

Lamentablemente mientras vivamos en el estereotipo femenino y existan feminicidios, difícilmente podremos economizar en el uso del lenguaje o en procesos que contribuyan a prevenir, detectar, atender y sancionar de manera ejemplar este tipo de crímenes.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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