El mundo se cimbró. Y si bien un virus totalmente desconocido puso contra las cuerdas a todos los países, ahora la conmoción es a causa de una estructura jerárquica aceptada desde tiempos inmemoriales y que ha dado paso a una descomposición del tejido social, a través del odio engendrado por desigualdades y abusos cometidos desde el racismo.
Tras la muerte de George Floyd, el afroamericano que falleció luego de que un policía le presionara el cuello con su rodilla durante casi nueve minutos, las reflexiones y el debate sobre el racismo en Estados Unidos acaparan los titulares y reabren heridas en las sociedades. Y las redes se llenan de #BlackLivesMatter, mientras pocos saben la historia de lucha que existe detrás de esta consigna.
Fue el 14 de julio de 2013 que se dio el veredicto por el que un jurado absolvió a George Zimmermam, ex vigilante en Florida que el año previo había matado de un disparo al adolescente afroamericano desarmado Trayvon Martin. Este evento llevó a la activista Alicia Garza a comentar en redes sobre lo “barato que es la vida negra” y otra activista, Patrisse Cullors, a la que Garza conocía desde hacía una década del movimiento antirracista, compartió el escrito con la etiqueta #BlackLivesMatter. Cuando vio la etiqueta, Opal Tometi contactó con ellas. Nació así un movimiento que representa el racismo presente en todas las sociedades con diferentes rostros.
Urge entender que la “raza no es una categoría biológica humana, es una construcción social basada en diversos contextos históricos, políticos, económicos y experienciales”, expresó el catedrático estadunidense Agustín Fuentes en una conferencia impartida en México en 2018. Incluso para el historiador colombiano Max Hering Torres y el antropólogo británico Peter Wade, la connotación negativa de raza es equiparable a la de casta. La doctora Abigaíl Meza, de la UNAM menciona: “El problema es paradójico, porque decimos que no hay raza; sin embargo, sí hay racismo”.
Y a pesar de la visibilización del racismo estructural prevaleciente en las sociedades, aun en medio de la movilización, surgen defensas para los privilegios que las jerarquías beneficiadas por siglos se niegan a perder. Frases como #AllLivesMatter, lejos de expresar inclusión, denotan una velada recriminación paternalista del recelo y temor a ser suplantados en supremacía sin entender las acciones afirmativas necesarias contra la desigualdad. Justo como con el feminismo y las frases que matizan la violencia machista.
Alarma que en la sociedad mexicana se haya colocado como símbolo de esnobismo el manifestarse con los movimientos antidiscriminatorios de países primermundistas y, mientras tanto, la ceguera sistemática ante nuestros pueblos indígenas se mantiene.
No se recrimina la solidaridad. Sino que ojalá un día trascendamos a la sensibilidad ante etiquetas extranjeras como #JeSuisCharlie y #BlackLivesMatter a las acciones contundentes contra la discriminación de nuestros connacionales en su propia nación. No es malo ser solidarios, lo malo es ser selectivos.
@saraiarriozola
*Maestra en Artes y doctora en Educación. Coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe UANL.