Hoy le toca a Jimmy Fallon, porque en la época de cancelación, la hoguera es cuestión de turnos.
Eso parece ratificarse tras el reportaje de la revista Rolling Stone donde se hace denuncia del testimonio de 16 miembros actuales y antiguos del programa, quienes afirman que el comportamiento errático de Fallon arruinó su “sueño” de trabajar en The Tonight Show: “Son las peores jefaturas que he tenido en mi vida. Abusaron de su posición de poder para maltratar al staff y la cadena es consciente de cómo trataban a las personas”.
Y cuando se lee esta declaración, es incuestionable su validez. Pues nada valida los abusos de poder ni los maltratos laborales son justificables.
Los afectados aseveran que su salud mental se vio afectada por estas experiencias y también sostienen que es común escuchar a compañeros bromear con “querer suicidarse”. Suelen referirse a los camerinos de los invitados como “salas de llanto”, pues allí es donde se desahogan cuando no soportan los malos tratos.
No obstante, llama la atención que en un texto donde se supone que se denuncia el comportamiento abusivo del presentador en defensa de la salud mental, esto sea pisando la de alguien más.
Pues en el mismo texto de denuncia se menciona la actitud más que prepotente y errática del presentador, así como una supuesta relación problemática con el alcohol.
De ser así, el caos que narra el artículo, las conductas erráticas, no son de un jefe con aires de superioridad, sino de una persona enferma. Esto, si bien no justifica ni lo exime de responsabilidades en sus conductas, a los supuestamente sanos, a los medios que están difundiendo la información y, más aun, a los internautas que se rasgan las vestiduras cancelándolos, sí los confronta con sus verdaderas intenciones.
¿Es la salud mental, el bienestar, la lucha por una mejor sociedad..? ¿O sólo se trata del morbo y del deseo de un dedo acusador con el poder de destrozar?
En el año 2015 surgió el término “cultura de cancelación”, el cual comenzó a popularizarse en 2018. Éste se define como la retirada del apoyo a una persona, empresa u organización para castigar una acción o comentario ofensivo para la sociedad. Esto poco a poco se fue extendiendo en alcances y, más allá de eliminar el apoyo, implica el linchamiento social, el saciar un ansia de coliseo romano virtual.
En el caso de Fallon, el destino parece estar escrito, al igual que sucedió con Ellen DeGeneres y, recientemente, The Kelly Clarkson Show. Todos señalados por ambientes tóxicos, cualquier cosa que eso signifique, y que va desde mala paga, horarios extremos y jefes insaciables. El tema es que en estos linchamientos –presentados como denuncia por salud mental– lo que menos parece importar es la causa.
Hay una serie de factores potenciales en juego. Uno podría ser el horario vertiginoso en el que se espera que los escritores trabajen todos los días (y noches), publicando chistes y sketches dignos de un horario de máxima audiencia en un corto periodo de tiempo. A medida que el ciclo de noticias se ha acelerado gracias a las redes sociales –que nos traen nuevos temas de actualidad cada hora y hacen que los titulares de ayer parezcan distantes y obsoletos–, seguramente sus trabajos se han vuelto más tensos y presionados.
¿Acaso se han visto señaladas las televisoras en estas denuncias? ¿Se ha replanteado la responsabilidad del empleado al tomar malas pagas con cargas excesivas “solo por cumplir un sueño”? En estos linchamientos, matizados de preocupación por la salud mental, todos debemos asumir. Desde el jefe maltratador, hasta el empleado aguantador, y por supuesto, los supuestos redentores que hacen justicia detrás de sus pantallas. Es hora de cancelar… la condena social. Y actuar por una mejor comunidad.