“¿Por qué no vendo? ¿Cómo puedo vender más?”
Corre a la máquina del tiempo para decirte: “¡Alto! Ese producto no es el bueno. Pronto habrá miles en el mercado iguales a ese… y muchas empresas lo van a vender”.
El comercio electrónico tiene una paradoja incómoda: lo más fácil es salir a vender… pero lo más difícil es destacar. Hoy cualquiera (con conocimientos, tiempo o presupuesto para pagarle a otros) puede listar un producto en Amazon, Mercado Libre o montar su propia tienda en línea con Shopify, WooCommerce o Tiendanube. Y si hablamos de proyectos más personalizados, hay quienes desarrollan su tienda desde cero con: HTML, CSS, JavaScript, base de datos, etc.
Pero el verdadero reto no está en subir el producto. El verdadero reto es lograr que el cliente elija el tuyo, aun cuando hay diez más exactamente iguales en todo internet.
La mayoría de las marcas se enfrenta a esta pregunta incómoda: ¿Qué estás haciendo distinto cuando vendes lo mismo? no se trata solo del precio, ni del stock, ni del diseño. Se trata de cómo piensas tu producto más allá de lo que entregas físicamente.
Ahí entra una herramienta que deberíamos usar más seguido en los negocios: Scamper.
No es un método nuevo, pero sigue siendo igual de poderoso. Scamper es un acrónimo que te obliga a mirar cualquier producto —incluso el más básico— desde siete ángulos distintos: Sustituir, Combinar, Adaptar, Modificar, Poner en otro uso, Eliminar e Invertir.
Es decir: tomar lo mismo… y pensar cómo podría ser distinto.
¿Vendes termos como todos los demás?
Sustituye el empaque por uno más ecológico o con diseño coleccionable. Combínalo con una app que recuerde tomar agua. Adáptalo para niños o adultos mayores. Modifica el diseño para que sea ergonómico y no se derrame. Usa el mismo termo como regalo corporativo. Elimina elementos innecesarios y ofrece una versión más ligera. Reordena la narrativa: no vendes un termo, vendes el hábito saludable de mantenerse hidratado.
Y si quieres ir más lejos, puedes vender el paso a paso de cómo debe hidratarse una persona, según su peso, estatura, género y actividad diaria. Ese nivel de personalización sí hace la diferencia. No solo te ayuda a vender una vez, sino que convierte cada venta en una recomendación.
Porque el cliente no compra solo por necesidad. Compra porque conectó con algo: la historia, el diseño, la promesa, la solución, la experiencia. Y esa conexión no se crea con un descuento… se crea con intención.
Scamper es un ejercicio. Un filtro mental para no quedarte con la primera versión del producto.
Y en un mercado donde muchos venden lo mismo, la diferencia no está en el qué, sino en el cómo.
El comercio electrónico ya no premia a quien llega primero. Premia a quien reinventa la mejor forma de presentar, conectar y entregar. Sí, nadie dijo que era fácil. Pero si realmente tienes un “porqué”, lo harás. Porque al inicio es motivación… pero después, se convierte en disciplina.
Ahora sí: imagina que gracias a la máquina del tiempo te puedes visitar en el pasado y te dices: “Sí, sí ese producto… pero aplícale Scamper.” Y casi al final, mientras desapareces, alcanzas a gritarle con fuerza: “aplica Scamper, antes de que te frustres... ¡y no te rindas!”