Aunque no aplica la “lectura” de rumbo a seguir de un gobierno de la Iglesia católica en los primeros cien días de conducción con un nuevo pontificado, sí permiten hacer un corte temporal del mismo. Robert Francis Prevost Martínez, León XIV (Papa) desde el pasado 8 de mayo, llegó a ese tiempo al frente de la Iglesia católica como obispo de Roma y sucesor de Pedro. ¿Qué destacar, por ahora?
1. Entre muceta roja (o esclavina, esa pequeña capa que cubre los hombros) y zapatos negros (excluyendo los escarlatas). En el anuncio que lo mostró ante la urbe y el orbe (habemus papam), los ojos se centraron en la muceta. Los afines a Benedicto XVI se alegraron, pues vieron en ello un signo de “recuperación”, de “tradición”; otros, los afines a Francisco se fijaron en los zapatos negros, de uso común y lo interpretaron como continuidad de reforma, de cambio. Ni lo uno ni lo otro. Una posición intermedia ante la creciente polarización in crescendo dentro de la Iglesia.
2. Prevost Martínez, el “delfín” de Francisco. Si bien, Bergoglio no dijo “él será mi sucesor”, hay signos de que lo preparó: un religioso con experiencia y fogueo global como superior general de la Orden de San Agustín (OSA), perfil híbrido del norte y sur de América, con experiencia pastoral en comunidades de la periferia, no un “doble” de él, pero sí que compartiera el rumbo que la barca de Pedro requería tomar; sin el carrerismo (poder) eclesiástico propio de los suspirantes a la Sede de Pedro; sin la contaminación, pero sí conocimiento, de la Curia Vaticana.
3. Si Francisco “revolucionó” con recuperación de lo sustancial, los orígenes de la Iglesia que el Concilio Vaticano II imprimió, la serenidad para impregnar todo sería la segunda parte. Como señalan algunos observadores: Francisco fue el “Juan XXIII”, y León XIV sería el “Pablo VI”. No basta con sólo sacudir; ahora es tiempo de tender, acomodar, planchar, estirar y ajustar con cuidado, cautela y sabiduría. Francisco, aunque algunos de quienes lo eligieron nunca refutaron o desmintieron, se dedicó (lo reiteró con frecuencia) a realizar lo que en el pre y cónclave de su elección los cardenales electores pidieron. El modo no les gustó, mucho menos tocar el desmantelamiento de poder acumulado.
4. Lo que sigue: a) La consolidación de la reforma de la Curia Vaticana; b) la continuidad de la sinodalidad con las reformas que implicará hasta en las iglesias particulares; c) la ratificación y cambios en las cabezas (dicasterios) de la Curia Vaticana, confirmados por ahora hasta que se decida lo contrario, en particular quién estará al frente del Dicasterio de Obispos, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (¿seguirá el jesuita Víctor Manuel Fernández?), y en la Secretaría de Estado (¿seguirá Pietro Parolin?); y d), el rol y funciones de la mujer en la Iglesia.
¿Y para México? En la agenda, cubrir seis diócesis vacantes y otras nueve, que por límite de edad de sus titulares (ya con 75 o más años), han presentado sus renuncias (jubilación) a sus encargos y están a la espera de la aceptación papal con el consabido nombramiento de sus respectivos sucesores. Movimientos que reconfigurarán la Iglesia católica en México, pues entre estas últimas tres arquidiócesis referenciales están en el tablero: Ciudad de México, Guadalajara y Puebla; y para el próximo año: Oaxaca y Monterrey. Ahí nomás.