Hablando de transformaciones, un cambio de fondo sería dejar atrás el presidencialismo e instaurar un sistema parlamentario o, digamos, un modelo mixto parecido al que impera en la República Francesa. El tema viene a cuento justamente ahora que acabamos de sobrellevar, una vez más, las solemnidades de un Informe presidencial que no solo ha dejado de parecerse a las comparecencias que los mandatarios cumplimentaban ante nuestro Congreso bicameral en los tiempos del antiguo régimen priista —un pretendido trámite republicano dispuesto expresamente para glorificar la figura del mandamás de turno que llegó inclusive a ser trasmitido en “cadena nacional” por los medios, sin escapatoria posible— en las que los representantes populares comenzaron a ponerse cada vez más peleones y respondones hasta lograr que se cancelara la suprema ceremonia, sino que ya no es siquiera ese remedo de presentación para rendir cuentas y ahora lo que tenemos es un mero soliloquio, sin impugnaciones ni cuestionamientos ni murmullos de desaprobación ni debate posterior, llevado a cabo ante una galería de invitados de garantizada urbanidad.
Se parece este nuevo rito a las presentaciones sobre el Estado de la Nación que los presidentes de Estados Unidos escenifican cada año, en enero o en febrero —ante su propio gabinete, el estamento militar, el cuerpo diplomático y los miembros de los otros poderes—, aderezadas de aplausos y ovaciones que apenas merecen, a manera de réplica, de una trasmisión televisiva posterior realizada en un estudio sin público en la cual un conspicuo miembro del partido opositor refuta los alegatos ofrecidos por el inquilino de la Casa Blanca.
Muy diferentes, por el contrario, son los debates celebrados en España en el Congreso de los Diputados, una práctica parlamentaria en la que el presidente del gobierno, luego del correspondiente discurso, se ve obligado en los hechos a enfrentar directamente a los representantes de los diferentes grupos políticos, a responder a sus refutaciones y a argumentar sus propias posturas.
Nunca hemos visto, aquí, nada parecido. Lo que seguimos teniendo es la misma liturgia presidencialista de siempre. Hay cosas que no cambian ni con la 4T.