Se habrán ustedes enterado de que doña FIFA quiere organizar el Mundial cada dos años en lugar de celebrarlo como ahora, intercalado entre unos Juegos Olímpicos que tienen lugar cada cuatro.
Esa gente no se contenta con nada, por lo visto. Y nosotros, los aficionados, tampoco. Queremos más y más y más. Ya están las ligas locales, ya hay fechas para amistosos entre naciones, ya compiten las selecciones de cada país para obtener un lugarcito en la gran justa internacional, ya está la Champions y sus deslavados equivalentes en las confederaciones de los otros continentes, ya acontece el llamado “mundial” de clubes en plena época navideña, ya hay Copas y Supercopas, en fin, el calendario futbolístico está absolutamente saturado de competiciones y justamente por eso los jugadores (iba a poner “sufridos” jugadores pero me lo pensé al venirme a la mente lo de sus cuentas bancarias, sus coches deportivos, sus mansiones y sus lujos extravagantes; ah, y el trabajo en una mina de carbón es también muy duro, después de todo) se lesionan tanto y precisamente por eso, miren ustedes, llegan tan mermados al mentado Mundial, en detrimento del espectáculo, por lo menos en las primeras fases.
No recuerdo ya qué campeonato del mundo de naciones disfruté a plenitud por tener en ese momento menos compromisos laborales y disponer, consecuentemente, de más tiempo libre. Fue un auténtico festín y una experiencia de extrema felicidad hasta el punto de que desee que hubiera mundiales todo el tiempo y, una vez terminado el gran certamen deportivo y ajustándome ya a la realidad de los calendarios terrenales, comencé a anhelar que los subsiguientes cuatro años se esfumaran fugazmente para que se repitiera esa dicha suprema (un criminal desperdicio de vida, si lo piensas, porque durante esos 48 meses acontecen cosas, hay momentos importantes, hay sorpresas, alegrías y aprendizajes).
Pero existen, desafortunadamente, los llamados “rendimientos decrecientes” y, en este caso, el concepto no se refiere a la ley económica que establece la disminución del ingreso marginal cuando se añade otro factor en la producción sino a una realidad mucho más mundana, a saber, el hecho de que una experiencia que pudo haber sido muy placentera en sus orígenes termina por no ser ya tan disfrutable al repetirse una y otra vez. En alguna columna escribí, para ejemplificar el fenómeno, que la compra de tu primer coche es un gran momento pero que tu quinto BMW ya no significa lo mismo. Pues, un lector muy rabioso me escribió para acusarme de poseer autos de la prestigiosa marca alemana –“¡ah, entonces manejas un BMW, con razón escribes como escribes!”— así que, aprendida la lección, pongo ahora que saliendo de la agencia después de comprar tu décimo Rolls-Royce ya no sientes la misma euforia que cuando adquiriste tu primer Silver Shadow.
En fin, el asunto es que la propuesta del máximo organismo del universo futbolístico ha provocado gran agitación: la Conmebol y la UEFA se oponen frontalmente a que se celebre la gran competición cada dos años. Cada una de las partes tiene fuertes intereses comerciales, desde luego, y lo interesante del tema será ver cuál será el desenlace final.
Se me ocurre, para ajustarnos a los modos implementados por el régimen de la 4T, que realicemos aquí una consulta popular para conocer la opinión que pudiere tener el pueblo bueno sobre esta cuestión. No será vinculante y a la FIFA le importará un bledo el resultado pero así se manejan ahora las cosas en este país. ¿O no?
Román Revueltas Retes
