Política

Qatar: Ver o no ver. ¿Es un dilema?

La Copa Mundial FIFA nunca ha estado exenta de controversias. Italia 1934, fue criticado por su uso propagandístico por el gobierno fascista de Benito Mussolini. Chile 1962 y México 1986 fueron cuestionados por el gasto después de los terremotos, de Valdivia en 1960 y Ciudad de México en 1985 los cuales dejaron miles de damnificados y que hacían ver el gasto en estadios como excesivo. 1966 estuvo marcado por el boicot africano para exigir un espacio en la justa y pedir la exclusión de Sudáfrica a causa de sus políticas de apartheid. 1978 vio a Argentina campeona del mundo mientras el gobierno golpista de Videla utilizaba el evento para ocultar los horrores de un régimen que dejó más de 30 000 desaparecidos de la ayuda de un dudoso partido contra Perú que permitió a los locales obtener el pase a la final.

Igualmente, no están exentas las polémicas arbitrales que ayudaron a los anfitriones y los casos donde la prevalencia del interés económico fue más evidente para elegir la sede por encima de la tradición futbolera. EUA 1994, Corea-Japón 2002 o Qatar 2022 son ejemplos.

Sin embargo, en esta ocasión el mundial recibió una ola de rechazos más alta que en otros eventos. Si es cierto, Qatar es una monarquía con tintes de absolutismo. Tienen un parlamento casi decorativo, con una de las rentas per cápita más altas del mundo, pero donde solo el 12% de la población son ciudadanos. Un gobierno altamente represivo con escasa tolerancia para la comunidad lésbico gay, donde las mujeres deben tener un guardián, donde el adulterio puede ser castigado con hasta 100 latigazos y donde están prohibidos los sindicatos y mucha de la población migrante principalmente asiática es explotada para sostener el desarrollo de un país rico con la tercera reserva mundial de gas.

Ante todo, también es cierto, que el país tiene tintes mucho más moderados que su vecino Arabia Saudita. El gobierno de Qatar es más tolerante con las minorías religiosas y fueron promotores de la cadena Al Jazeera la cual dio al mundo un periodismo diferente cuando las tendencias globales eran casi siempre desde el ojo de occidente.

Qatar también ha pagado el precio de no alinear su política exterior con los saudíes y de presentarse como un elemento de mediación entre Arabia Saudita e Irán en el enfrentamiento de ambos por establecer su dominio en la región. Y por esto mismo, el régimen de Riad es uno de los principales interesados en defenestrar la imagen de Qatar. Además, no hay que olvidar que el gobierno de la familia Al Thani se sostiene invariablemente con el apoyo de Estados Unidos, quien les brinda protección a través de la base militar de Al Udeid.

Así pues, ante el dilema de ver o no ver el mundial hay una tercera opción. Seguir el mundial con un ojo crítico. Disfrutar el espectáculo del balompié, las sorpresas y proezas de las estrellas del deporte en cada país, apasionarse cada uno con su selección favorita sin perder de vista que detrás hay un organismo que no rinde cuentas, oscuro, corrupto, que recibe sobornos por patrocinios y que no se inhibe de negociar con los regímenes más deleznables del planeta, mientras es amparado por empresas transnacionales con base en Estados Unidos o Gran Bretaña. La FIFA, es un reflejo de los problemas del orden mundial y no caerá con un boicot de unos cuantos televidentes ni recabando firmas en plataformas virtuales sino cuando los países del globo decidan ya basta y quitarles el balompié de las manos para dárselo a sus verdaderos dueños.

Rolando Dromundo
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