Cultura

El poder y el delirio

Por encima de él, nadie, por encima de su movimiento, nada.

Alejandra Escobar, periodista

El Presidente mexicano ha propinado una bofetada dolorosa y descomunal a mucha gente que creyó en el cambio prometido durante interminables años de campaña —que incluyó la dolosa fabulación de dos fraudes y el costoso bloqueo del Paseo de la Reforma—. ¿Cómo culpar a los millones de pobres expoliados durante sexenios eternos de injusticia, demagogia, corrupción e impunidad? Una parte muy importante de ellos aún cree en las promesas de López Obrador y seguirá siendo su más sólido apoyo en los siguientes meses, años, pero no puede decirse lo mismo de los numerosos agraviados por el nuevo gobierno: niños y mujeres con cáncer, niños y mujeres sin estancias infantiles, enfermos de VIH sin retrovirales, víctimas incontables de un crimen rampante, activistas asesinados, periodistas críticos —y los asesinados—, ciudadanos que expresan sus diversos desacuerdos con la falsa 4T, los migrantes vejados y pateados a sus miserables países, miles de feminicidios en 2019 y lo que va del infausto 2020...

El Presidente no pierde la oportunidad de victimizarse y ahora, malévolo, paranoico, acusa a las feministas de estar infiltradas por “la derecha”, cualquier cosa que eso signifique para quien siempre se ha guardado para sí —dueño de su silencio, como ha dicho histriónicamente— su opinión sobre el matrimonio homosexual y la despenalización del aborto, y que abandera cruzadas moralizantes, purificadoras y hasta evangelizadoras; un gobernante que descree de la educación de calidad y el desarrollo científico–tecnológico, que aborrece la transparencia y la autonomía y que ha ofrecido ya suficientes muestras de ignorancia, improvisación y de una vulgar y provinciana visión del mundo.

No en vano escribió Jean–François Revel en La gran mascarada. Ensayo sobre la supervivencia de la utopía socialista (Taurus, 2000) que los totalitarismos a izquierda y derecha ejercen el poder de manera semejante. No es el de López Obrador un gobierno totalitario, pero sí uno de preocupantes rasgos autoritarios, como la insistente identificación de “conservadores”, “neoliberales”, “prianistas” y “prensa fifí” como un enemigo único para acusarlos de los errores y defectos propios, así como de conspiraciones y amenazas ficticias —un golpe de Estado, por ejemplo—, además de la reiteración incansable en sus homilías matutinas de los mismos idiotismos.

¿Qué pensarán a estas alturas del gobierno más escatológico que hemos padecido en los últimos tiempos los que votaron por él, ya por ingenuidad, buena fe o ignorancia? Algunos, sorprendentemente, aún lo defienden, a pesar de su monstruosa misoginia, su evidente ineptitud y su tremenda capacidad para socavar instituciones y hasta una economía aún sólida, pese a todo. A pesar de Manuel Bartlett, de la corrupción en la Conade, de la maestra Gordillo...

Qué pensarán de su cobarde política respecto del narco y de la sumisión al presidente Trump para regresar a los inmigrantes, a los que había prometido trabajo y asistencia. Algunos de ellos, ellas, permanecen en silencio: pusilánimes, cobardes ante esos niños con cáncer, frente a esas mujeres sin centros de asistencia. No había más opción, dijeron, tan dignos y cultivados.

¿Se preguntan por qué el pesar del Presidente ante la condena a un criminal desalmado como el Chapo? ¿Por qué la liberación de su hijo Ovidio? ¿A qué obedece su llamado a respetar a los delincuentes?

Este diálogo entre un ciudadano y el Presidente tuvo lugar en Oaxaca en agosto de 2019:

—No se dialoga con los agresores. Se garantiza un derecho inmediato. Manden al Ejército inmediatamente. No tenemos armas —le dijo un hombre.

—El Ejército no se usa para reprimir al pueblo —respondió López Obrador.

—¡Carajo!, ¿el narco es pueblo? —preguntó el hombre.

—Sí, es pueblo, todos son seres humanos —dijo el mandatario, airado.

La ascensión del presidente López Obrador puede entenderse como la consecuencia lógica de una serie de gobiernos corruptos, insaciables, negligentes. A pesar de todo, creo que había espacios, organismos e instituciones que cada vez más son un contrapeso a los abusos del poder, que denuncian la inseguridad y la impunidad acumulada en las últimas décadas, y que quienquiera que hubiera llegado a la Presidencia no habría comenzado a desmantelar o secuestrar organismos e instituciones autónomas, ni atentado contra la economía como lo ha hecho el gran insultador de Palacio. La prensa y la sociedad civil seguirían denunciando cada vez con más fuerza la corrupción y todo lo negativo de un gobierno priista o panista.

López Obrador es un artífice de la posverdad, esa distorsión de la realidad en razón de su credo y sus sentimientos, y mucha gente le cree lo que escupe cada mañana. Lo grave es que “una sociedad que no distingue la verdad de la mentira no podrá diferenciar tampoco entre el bien y el mal”, como escribe el periodista colombiano Moisés Wasserman. Si los más “ilustrados” entre la población se sienten muy seguros de su decisión y no son capaces de cuestionarse, es claro que se están engañando a sí mismos. 


Google news logo
Síguenos en
Rogelio Villarreal
  • Rogelio Villarreal
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.