Como a las iniciativas presidenciales, Yasmín Esquivel no le cambió a la tesis que le robó a Édgar Báez Gutiérrez prácticamente ni una sola coma. No le corrigió las faltas de ortografía, ni rehízo el índice, ni actualizó las conclusiones; solo omitió el trabajo de campo. La asesora de ambos postulantes, Martha Rodríguez Ortiz, no se percató del plagio presentado por Esquivel apenas un año después, en 1987, ni de las otras cuatro o cinco veces cuando esa y otras tesis fueron recicladas entre 1986 y 2010.
Enterarse de la longeva corrupción en al menos esa facultad de la UNAM es descorazonador. Pero no tanto como presenciar la desvergüenza desquijarante de la ministra y del Presidente; tras el descobije López Obrador ha visto comprometida su intención de acogotar a la Suprema Corte colocándole otro florero al timón el próximo 2 de enero, cuando se decida su jefatura. Porque la Suprema es uno de los últimos recursos que le quedan al país ante la asonada autoritaria del tabasqueño, quien acumula violaciones constitucionales como honguitos en primavera: habiéndole tronado las piernas al INE, y sospechando la andanada de controversias que vendrán de cara a 2024, a López le resulta necesario que alguien doblado por la generosidad de la T4 le despeje en la Corte el camino a su nuevo maximato.
Una vez más, el mandatario que llegó prometiendo combatir toda corrupción volvió a solaparla cabalmente, como hace cada que ésta le sirve, minimizando el hecho diciendo que “Como diría Jesús, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Pero las palmas de la demencia se las lleva la respuesta de Esquivel, que es como para inscribirla con letras de oro en los anales del cinismo mundial: negando lo que ven claramente nuestros ojos, la ministra hoy alega que la plagiada fue ella, que su tesis es ciento por ciento original, afirmando haberla comenzado desde el 85. Lo que no ha explicado es por qué guardó el trabajo bajo llave desde que “se lo robaron” hasta que lo presentó, un año después, sin hacerle la menor alteración.
Es lamentable que ni un solo ministro de la Suprema se haya dignado pronunciarse, y que pasara harto tiempo antes de que la UNAM apenas atinara a decir que ha encontrado entre ambos textos “un alto nivel de coincidencias”. El hecho es que, al día de hoy, tenemos como pleno miembro de la Suprema Corte a una plagiaria, corrupta y sinvergüenza, apoyada cabalmente por el Presidente, y que por ende no tiene la menor intención de renunciar aunque la pescaron con las manos en la Xerox. Apenas el pasado 24 de diciembre, Esquivel escribió lo siguiente en un diario de circulación nacional: “Aspiro a la presidencia del máximo tribunal de la nación con una profunda vocación, con una propuesta avalada en mi trayectoria… desde la visión de una mujer profesional y con el deseo de aportar una experiencia de más de 35 años de servirle a México, con la ferviente convicción de alcanzar justicia para todas las personas”.
Por Cantinflas, ¿cómo llegamos a este país de esperpentos en que se ha convertido México?
@robertayque