Política

La desigualdad que viene

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Aparte de habernos jodido la vida y de haber matado a casi 800 mil personas a la fecha, si algo nos va a dejar el covid es el ensanchamiento de la desigualdad a nivel oceánico a lo largo y ancho del planeta.

Es obvio que quienes entraron a este cataclismo con menos armas van a salir más raspados. Lo curioso es que la mayor parte de quienes ya vivían en la abundancia no sólo no han perdido, sino que han visto multiplicarse sus patrimonios; quienes tienen más dinero y mejores banqueros han podido mover con facilidad sus capitales a terrenos financieramente fértiles —que siempre los hay en las grandes crisis, cuando sectores enteros mueren o se convierten en gallinas de los huevos de oro de la noche a la mañana, asegún—, al contrario del trabajador de clase media promedio que tiene una cuenta de cheques para el sueldo del mes y quizá algún paquete prefabricado en cualquier casa de bolsa nacional, casi siempre administrado por un recién graduado de la carrera de economía que le debe el puesto a algún compadre gerente del tío diputado.

Esto es grave. Pero más dañino y longevo será el daño social y cultural, el retraso emocional e intelectual de nuestras juventudes que, en una de sus formas, se manifiesta en la imposibilidad de ir a la escuela: en México, en una de las pocas respuestas sensatas del gobierno ante la pandemia, el inminente año escolar se dará de manera remota. No partimos precisamente de un buen rasero: si bien el nivel académico de la mayoría de nuestras escuelas privadas deja mucho qué desear, según el último censo, casi el 30 por ciento de las escuelas públicas mexicanas no tiene siquiera agua entubada, habiendo 23,283 sin sanitarios y 20,111 sin luz.

Como con todo lo demás, para enfrentar la presente tarea habrá dos Méxicos: algunos pocos contratarán tutores individuales, personal de servicio y los mejores programas y materiales educativos para que los juniorcitos no pierdan demasiado. Para la gran mayoría de escasos o medianos recursos esa no es opción, y menos si entendemos que uno de los padres deberá dejar de trabajar, o gastar en contratar a un sucedáneo para atender al o los críos estudiando en casa, cuando de por sí las oportunidades económicas se nos están desmoronando a pasos agigantados.

En unos años veremos diferencias sustanciales, mucho mayores a las que hay ahora, entre uno y otro grupo. Entre los desfavorecidos la deserción escolar aumentará considerablemente, y la aceptación en escuelas preparatorias y universidades de prestigio, aquellas capaces de hacer una diferencia en sus futuros laborales y profesionales, disminuirá para darle paso a quienes sí pudieron subsanar los estragos del covid aprendiendo por cuenta de sus familias mejor inglés, matemáticas, redacción o física.

Entre el 2008 y el 2013 la desigualdad se redujo a nivel mundial por primera vez desde la revolución industrial, y en América Latina siguió bajando hasta 2015. La mejor receta para que eso se hubiera convertido en una tendencia fija es una educación pública y universal de calidad, pero bien sabemos que esa nunca ha sido prioridad de los gobiernos mexicanos, y menos aún de éste.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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