El ataque colectivo en El Paso, Texas, donde murieron 22 personas, entre ellas ocho mexicanos, fue el tiroteo masivo número 21 en Estados Unidos en lo que va del año.
Unas horas después, en Dayton, Ohio, y en Chicago, Illinois, se registraron los atentados 22 y 23, que han reportado un saldo global de 129 víctimas fatales.
¿Qué está pasando?
La combinación de una política pública permisiva para que particulares adquieran armas letales, la propagación viral de la violencia en diversos medios de telecomunicación (especialmente internet) y la irrupción de un discurso de odio en la plaza pública —exacerbado en épocas electorales— parece ser el invernadero perfecto para la incubación de hechos fatales como los ocurridos el fin de semana.
La respuesta de las autoridades estadunidenses fue oportuna y certera, al tratar como “terrorismo interno” todos estos ataques a civiles inocentes, que han enlutado hogares estadunidenses y mexicanos por igual. Incluso, obligó al presidente Trump a condenar expresamente el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco, aunque no el uso de las armas.
El responsable en esta ocasión no fue el “terrorismo internacional”, ni alguna organización fundamentalista del Oriente Medio, sino la anomia social que pudiera estar padeciendo un país como nuestro vecino del norte, donde todo es grande: sus afectos y sus defectos; sus aciertos y sus fallas.
El gobierno de México también ha reaccionado de manera oportuna, con un plan de siete acciones para procurar justicia a las víctimas de origen mexicano y prevenir futuras agresiones, entre las que destaca la primera denuncia en la historia diplomática de México, por terrorismo contra connacionales en el extranjero.
El tiroteo en El Paso es el caso más evidente de lo que puede generar un discurso de odio contra los migrantes. Un joven blanco de 21 años, Patrick Crusius, residente de la zona norte de Texas (donde históricamente inicia el Hollybelt de los supremacistas blancos, y asiento de movimientos racistas de extrema derecha, como el Ku Klux Klan), armado con un rifle de asalto que se puede adquirir en cualquier armería del barrio, decidió enfrentar “la invasión hispana” en un centro comercial concurrido por mexicanos y mexicoamericanos.
A través de un "manifiesto", el joven Patrick había anunciado previamente su decisión en un foro de internet, conocido por su extremismo de derecha (8chan), y hasta advirtió que seguramente sería acusado de "supremacista y racista", pero que tenía la convicción de estar salvando a su país "del reemplazo cultural y étnico traído por una invasión…", tal como lo justificó en marzo pasado el autor de otra masacre de odio en Nueva Zelanda, Brenton Tarrant, quien anticipó y transmitió el atentado por redes sociales, provocando todo un movimiento internacional (Christchurch Call) para prevenir y eliminar los contenidos terroristas y de violencia extrema en la web.
Como en el espejo negro de Tezcatlipoca, donde el día y la noche se juntan, provocando densa niebla, la misión del gobierno mexicano ahora es doble: debemos defender y proteger a nuestros connacionales de los crímenes de odio en cualquier parte del mundo, pero también evitar que la anomia social antiinmigrante florezca en nuestro país, especialmente frente a los migrantes centroamericanos, la cual desafortunadamente está en ascenso.
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@RicardoMonrealA