Es tiempo que las dirigencias de los partidos y las organizaciones sociales y empresariales, reflexionen sobre el peligro que entraña la posibilidad de que se agoten los recursos para los programas de bienestar.
Para evaluar ese riesgo basta considerar las revueltas ocurridas en Francia por el aumento de dos años a la edad requerida para la jubilación.
La reflexión deberá de sopesar que el Estado de Bienestar y el neoliberalismo fueron superados por la realidad; y que son necesarias nuevas fórmulas para combatir la pobreza y la desigualdad.
Los postulados del Estado de Bienestar, sustentado en la social democracia y las teorías de Keynes, son que el Estado intervenga en la economía y sea el proveedor de bienes y servicios para la equitativa distribución de la riqueza.
El Estado de Bienestar, con excepción de Suecia y Noruega, no se estableció cabalmente porque está condicionado a que haya pleno empleo, por lo insostenible de los costos, por la corrupción gubernamental, y por el capitalismo enemigo de la intervención estatal y de las doctrinas socialistas.
Por eso, en la mayoría de los países el Estado de Bienestar está constreñido a programas asistenciales: siempre amenazados por la insuficiencia de recursos.
El neoliberalismo, impulsado por Reagan, Thatcher y la Escuela de Chicago, para superar las crisis económicas implantó la restricción del Estado, la globalización, la estandarización de reglas en todos los países, la libre competencia y el fomento al individualismo.
Pero el neoliberalismo concentró la riqueza y aumentó la pobreza y la desigualdad; por eso se buscan nuevas alternativas que incluyan la concertación y colaboración entre Estado y sociedad, la creación de políticas públicas, organismos e instituciones que potencien el desarrollo y el bienestar equitativo a través de la educación, la investigación y empresas socialmente responsables.