La confusión que vivimos impide diferenciar las causas de los efectos.
AMLO ganó por los excesos del neoliberalismo: el comensalismo corrupto entre gobernantes y reprobables empresarios, cuyos resultados son mayor pobreza, desigualdad e inseguridad; y por sus promesas de acabar con esa situación.
Los opositores del Presidente sólo critican, con razón, su ruinosa política; pero muy pocos oponen al pensamiento gubernamental, la nueva ideología de humanismo social a la que se dirigen algunas naciones progresistas.
No tiene sentido la defensa a ultranza del neoliberalismo porque sus efectos perniciosos son evidentes. Se requieren nuevas formas de pensar y hacer justicia social.
Roger Bartra en: La fractura mexicana, escribe: “La posibilidad de la socialdemocracia en el siglo XX, la canceló el partido oficial hegemónico.
El resultado fue un liberalismo autoritario; pero la confluencia de la tradición socialista y la libertad, aunque parezca extemporánea, sigue siendo un terreno fértil para nuevas ideas.”
Zepeda Patterson escribió en Milenio: “En tanto no exista una propuesta viable, honesta y legítima de parte del PRI, el PAN, la sociedad civil y los empresarios, frente al tema de la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la inseguridad, difícilmente le quitarán la hegemonía popular a AMLO.”
La confluencia de valores sociales y liberales propuesta por Bartra y los fines que según Zepeda Patterson deberían distinguir a la oposición, coinciden con el pensamiento de empresarios, actores sociales, pensadores y políticos que se reunieron en Davos y, conscientes de los excesos del neoliberalismo, propusieron un nuevo capitalismo.
Cuyos principios son que las grandes empresas enfoquen su interés en sus empleados, clientes, comunidades y medio ambiente; que dejen de ser sólo generadoras de riqueza para sus accionistas; atiendan las aspiraciones humanas y respeten los valores éticos.
La oposición debería enarbolar y estructurar estos principios.