Para un conocimiento verdadero en base a las estadísticas, es necesario comparar las que estén relacionadas con el tema de que se trate. Las estadísticas aisladas conducen a conclusiones equivocadas.
Esto viene al caso, porque estadísticamente la economía de México ocupa el lugar número once; y, conforme a los sistemas de medición oficiales el desempleo es aceptablemente bajo.
Tomando en cuenta sólo esos índices, necesariamente, se concluiría que vivimos una época de bonanza.
Pero, ese espejismo se desvanece si se contrasta con los datos sobre pobreza, desempleo y economía informal.
Somos, aproximadamente, 125 millones. La población económicamente activa son 59 millones; de estos más del 50% pertenecen a la economía informal.
Viven en pobreza 52 millones y de ellos 9 millones en pobreza extrema.
La magnitud de esta tragedia humana se evidencia tomando en cuando que quienes viven en pobreza carecen al menos de dos de los siguientes elementos: vivienda con agua, drenaje y electricidad; servicios de salud y de seguridad social; y acceso a la educación.
Los que viven en pobreza extrema, además de esas carencias, no pueden satisfacer sus necesidades de alimentarias.
El gobierno intenta remediar este cuadro crítico con programas asistenciales de pensiones y becas que son, evidentemente, indispensables y justos.
Pero son insuficientes y, seguramente, insostenibles a largo plazo.
Se necesita, pues, una ideología social que de rumbo a políticas públicas de inversión, productividad, educación, empleo y salarios dignos que den sustantividad a un régimen de justicia social.
En ese sentido se han pronunciado los gobernantes, empresarios y líderes sociales y religiosos con influencia global.
Ellos postulan la creación de un capitalismo socialmente responsable.
El papa Francisco, lo sintetiza así: La actividad empresarial es una noble vocación que debe orientarse a producir riqueza para mejorar el mundo para todos”.