“Es que no tengo tiempo”, escribió en el formato de la encuesta digital la persona que canceló la suscripción a nuestro servicio de información.
Me dio curiosidad, y descubrí que en la plataforma en la que publicamos los newsletters, ahora hay un nuevo apartado donde puedo ver los comentarios de quienes cancelan su suscripción. Encontré que la mayoría no da ninguna razón, pero quienes sí escriben algo, suele ser un comentario de ese tipo.
“No tengo tiempo”.
La realidad es una frase que usamos mucho, ¿no? Todos lo hacemos (me incluyo), y lo hacemos para muchas cosas distintas.
Pero estamos equivocándonos en cómo lo racionalizamos. El tiempo es el concepto más democrático en este mundo: todos disponemos exactamente de lo mismo. Elon Musk y Jeff Bezos pueden tener cientos de miles de millones de dólares, pero no tienen ni un solo segundo más que la persona más pobre que exista en este mundo.
La frase correcta debiera ser “es que quiero usar mi tiempo para otra cosa”.
Ese es nuestro derecho más valioso. La posibilidad de elegir en qué uso mi tiempo es algo muy personal. Yo decido si quiero dedicarle esos minutos a ver TikTok o Instagram, o a leer un periódico, a ver la televisión o a platicar con alguien. Quizás lo que prefiero es dormir tantito más. A lo mejor elijo simplemente no hacer nada.
Como empresa, nosotros tenemos el reto de hacer un producto que nuestros clientes elijan por encima de los demás. En este sentido no es realista pensar que todos nos van a elegir todo el tiempo. Aquí es donde entra la estrategia: a quién le quiero hablar, en qué momento o para qué, y cómo le hago para que nuestro contenido se convierta en algo que esa persona escoja frente a otras alternativas que tiene.
No suena muy complicado, pero en un mundo en el que todos tenemos todo tipo de alternativas de contenido en la palma de la mano, listas para ser consumidas en cualquier lugar y en cualquier momento, la cosa se vuelve muy compleja.
Hoy es más fácil que nunca crear y distribuir contenido: es sumamente sencillo grabar un pódcast, escribir un newsletter o simplemente compartir ideas y mensajes en cualquier plataforma de redes sociales. Sin embargo, es igual de fácil para todos y, por tanto, significa que todo mundo lo hace y que si algo sobra en este mundo, en este momento, es contenido.
Competimos con todos.
Aun así, sí se puede crear algo que alguien elija en lugar de las demás opciones. La clave es entender muy bien a quién le quiero hablar, de qué, cómo y por qué medio. Yo puedo elegir un perfil muy particular, que necesita saber de temas muy específicos y, sobre todo, a quien no todo mundo le esté hablando.
No es lo mismo producir videos de chistes que producir videos donde se explica qué tienes que hacer si quieres cultivar alcachofas en Baja California. El primero tiene una audiencia potencial gigantesca; el segundo tiene una audiencia muy, muy —muy— acotada. Pero en el segundo caso, si tú eres alguien que quiere (o necesita) saber sobre alcachofas en Baja California, a lo mejor no te puedes dar el lujo de no consumir mi contenido.
En el contexto actual, la única forma de ganar será convirtiéndonos en algo demasiado valioso para alguien. Imposible serlo para todos, y serlo así todo el tiempo. Eso no quita que no se pueda: la propuesta adecuada, para la persona adecuada, en el medio adecuado sí que puede ser única… y ser la que esa persona elija para dedicarle su valiosísimo tiempo.