Hace 15 años se estrenó The Social Network, una película que contaba la historia de Facebook. Me acuerdo muy bien que el póster de la película tenía una frase que me pareció sumamente atinada. Decía algo así: “no es posible llegar a tener 500 millones de amigos, sin hacer algunos enemigos en el camino”.
Hoy, como responsable de Whitepaper, me acuerdo de esta frase todo el tiempo.
Tengo ya más de cinco años de estar entrevistando a los principales empresarios de este país e investigando sobre sus organizaciones. Ese contenido lo publicamos en artículos o lo narramos en pódcast, buscando siempre que sea algo útil, informativo, incluso quizás pedagógico. Cuidamos en todo momento ser objetivos e incluir siempre lo bueno y lo malo que hay en todas las historias.
En el proceso he aprendido muchísimas cosas, y una de ellas es que detrás de TODAS las grandes historias de emprendimiento y de negocios SIEMPRE hay quienes tienen algo negativo que decir de esas organizaciones o de los empresarios protagonistas.
Si en alguno de los pódcast hablamos de los buenos resultados que logró X empresa en el trimestre, alguien dejará un comentario diciendo que tratan mal a los empleados. Si publicamos un artículo sobre cómo una empresa mexicana se convirtió en un éxito en otros países, alguien me mandará un mail alegando que le copiaron el producto a su abuelo. Si posteamos una entrevista a un empresario en la que habla de su historia, alguien me buscará para contarme que su éxito es solo gracias a sus relaciones con el gobierno.
La fórmula no falla. Siempre nos buscará alguien para hablarnos mal de esa empresa. A veces es un competidor. A veces es alguien que trabajó en esa organización. Muchas, muchas veces —si no es que en la mayoría de las ocasiones— es alguien que “no tiene vela en el entierro”.
En ocasiones las historias que nos cuentan no hacen mucho sentido (hasta suenan como teorías de conspiración). Otras veces se refieren a sucesos imposibles de verificar.
La realidad también es que muchísimas veces los comentarios negativos son muy atinados: cuentan algo que sí sucedió, o que objetivamente fue grave. Con frecuencia son quejas muy válidas.
Hace algunos meses expliqué en un pódcast la estrategia de una empresa grande de este país, que en los últimos años ha venido transformándose y se ha vuelto cada vez más competitiva. Le habré dedicados unos 7-8 minutos a detallar lo que estaban haciendo y hablar de algunos de los indicadores clave.
Al día siguiente me buscó por WhatsApp alguien para contarme que sí, que esos datos eran correctos, pero que no había mencionado que hace 20 años, ese empresario se había “fregado” a sus socios en otro negocio.
No tengo duda que lo que me contaran fue cierto (era una fuente confiable). ¿Lo que dije en el pódcast fue incorrecto? Por supuesto que no. ¿Necesito ahora hacer un pódcast específicamente para hablar de ese acto negativo? Quizás sí. Quizás no.
Lo que sí sé hoy es que detrás de toda gran historia empresarial van a haber algunos episodios controversiales. Historias perfectas no hay.
Claro, sé también que a la gente le encanta hablar mal de los demás. Parece ser una condición de una buena parte de la sociedad mexicana. ¿A ese restaurante le va muy bien? Seguramente está lavando dinero. ¿Esa empresa está creciendo muchísimo? Seguro dio mordida para conseguir contratos. ¿Ese empresario ha sido muy exitoso? Seguramente es facturero.