Nueve de cada 10 mexicanos tuvieron al menos una experiencia adversa en sus primeros años de vida. Sin estas negligencias, su circunstancia hoy sería más próspera; de hecho, esa violencia o abuso enmarca la salud física y emocional de los mexicanos que hoy sostienen la economía. El costo de no invertir en cuidados sale caro.
Entre los cero y ocho años se forman más de un millón de nuevas conexiones neuronales por segundo vía la interacción de los genes, el entorno y las experiencias, según el Centro de la Primera Infancia. Sobre estas conexiones dependen el aprendizaje, el comportamiento y la salud. Así, cada experiencia adversa, respuesta alterada al estrés o ambiente de estrés tóxico en los primeros 2 mil días de vida aumentan los riesgos en el desempeño emocional, social y psicológico de esa persona a largo plazo.
Hoy en México, cinco de cada 10 menores de seis años viven en condiciones de adversidad que limitan su desarrollo, según Unicef. No obstante, el año pasado solo 0.25% del gasto público en el país se destinó a la primera infancia, mientras 19.8% se invirtió en pensiones, muestra el Centro de la Primera Infancia. Honduras, Perú y Guatemala son de los países en Latinoamérica que invierten más del doble que México en esta etapa de sus ciudadanos.
La rentabilidad de invertir en la primera infancia es alta, comprobó James J. Heckman, premio Nobel de Economía; de hecho impulsa el crecimiento económico. La rentabilidad anual de dicha inversión es de 7 a 10 por ciento y se nota en rendimiento escolar y profesional, así como la reducción de costos en la educación compensatoria, la salud y gastos del sistema de justicia penal, según este experto en la economía del desarrollo humano.
Mientras usted lee esta reflexión, querido lector y querida lectora, se lanza en México la serie de The Lancet, el desarrollo de la primera infancia y los siguientes mil días, con el objetivo de plantear la investigación que muestra programas multisectoriales en atención, cuidado y educación de la primera infancia que permitan —de la mano de transferencias etiquetadas de efectivo, intervenciones en la nutrición y hasta con los padres— reducir la pobreza y establecer un piso más parejo para el desarrollo de los mexicanos.
Los responsables de las siguientes generaciones deben saber que los más pequeños necesitan una crianza respetuosa y cuidados que ofrezcan experiencias positivas para darles más oportunidades. Cada experiencia positiva puede nivelar la balanza de las adversidades, comprobó Pat Levitt, investigador de neurogenética del desarrollo en el Children’s Hospital de Los Ángeles.
Si queremos un país más productivo, menos criminal, más sano —física y mentalmente—, menos obeso y con una mayor participación en la economía, debemos atender a los ciudadanos durante sus primeros 2 mil días de vida.