
Cuando inició mi misión como embajadora de Noruega en México, en 2021, llegué con mi pequeño carro eléctrico Buddy. Creado a inicios de la década de los 2000; fue uno de los primeros experimentos noruegos en electromovilidad, pensado para ser un auto práctico, de diseño compacto y sencillo, pero con mucha personalidad. El mío, amarillo, ha levantado cejas por las calles de Ciudad de México, pues muchos no imaginan que una familia de cuatro pueda hacer su vida en una gran metrópoli como esta en un coche que ha sido confundido con un juguete.
A primera vista, Noruega tampoco parecería ser terreno fértil para la electromovilidad. Con un paisaje dominado por casi 600 montañas —la mitad de ellas hasta de 2 mil metros de altura—, una de las costas más largas del mundo y un cruento invierno en el que la nieve puede alcanzar hasta los dos metros, uno pensaría que no se puede confiar en los autos eléctricos. Sorprendentemente, Noruega se ha posicionado como líder mundial en la transición a un transporte libre de emisiones. Desde 2024, 88.9 por ciento de los coches de pasajeros vendidos en Noruega han sido eléctricos, mientras que el Parlamento ha definido como meta para 2025 que todos los carros nuevos vendidos al público sean libres de emisiones.
Estos resultados no surgen de forma espontánea. Si hay algo que se puede aprender del caso noruego es que solo se pueden lograr a través de una contundente política pública y una fuerte alianza con la sociedad civil. En esto último destaca el papel de Norsk elbilforening, la asociación de electromovilidad noruega, organización ciudadana que ha sido esencial en impulsar incentivos para el uso de vehículos eléctricos. Estos incentivos se han planteado desde una perspectiva sobre todo económica, pues de acuerdo con los expertos de la asociación, es indispensable considerar que un primer paso para promover la electromovilidad es reducir la brecha de precios entre los autos de combustión y los eléctricos. La idea central es que para los consumidores siempre haya un mayor beneficio para sus carteras si eligen un coche eléctrico o híbrido.
Entre los incentivos más interesantes del modelo noruego se encuentran los fiscales y es quizá ahí donde otros países, como México, pueden encontrar inspiración. En resumen, se trata de una política que asume que quien contamina más debe pagar más, es decir, se cobran mayores impuestos a autos de combustión, mientras que los de cero o baja emisión pagan menos impuestos. Aunado a esto, se vuelven más onerosos a medida que el auto es más grande, calculando el impuesto a partir de una combinación de peso, emisiones de CO2 y de NOx. Otra norma fiscal importante es que durante años los coches eléctricos contaban con exención del IVA; a partir de 2023 este será solo por 25 por ciento del precio de compra a partir de las 500 mil coronas noruegas.
Para complementar estos beneficios se han implementado incentivos adicionales que significan otro ahorro significativo a los usuarios de coches eléctricos, como descuentos en peajes. Una ley aprobada a escala nacional por el Parlamento establece que no paguen más de 70 por ciento del costo total y en el caso de ferries un máximo de 50 por ciento. Una política importante en un país con fiordos y más de 300 mil islas.
Aún queda trabajo por hacer, desde luego. El Parlamento noruego ha establecido 2030 como meta para que también los vehículos de carga sean de cero emisiones. Los esfuerzos de Norsk elbilforening, por su parte, se han enfocado más ahora en impulsar el fortalecimiento de la red de carga, sobre todo para promover el uso de vehículos eléctricos en largas distancias. Esta problemática la hemos comenzado a discutir con aliados mexicanos, como la organización Sostenibilidad Global y la propia asociación de electromovilidad noruega.
En la embajada de Noruega hemos visto con entusiasmo el interés que ha surgido en México en torno a la electromovilidad, tanto de los consumidores como de actores gubernamentales. No es ninguna noticia que la venta de vehículos eléctricos ha aumentado significativamente en los últimos años. Por otro lado, hay señales muy motivadoras de un giro en la política pública en la materia. La presidenta Claudia Sheinbaum ha definido con claridad que la electromovilidad será un eje de su gobierno y en ello nos emociona saber qué precursores noruegos como el Buddy y Think han sido fuente de inspiración para el proyecto Olinea.
Esto es prueba de que la experiencia noruega tiene mucho que aportar y en la embajada estamos más que abiertos a colaborar. Finalmente, compartimos con México la tradición de ser países petroleros y, por tanto, también una mayor responsabilidad histórica por resarcir el daño que estas emisiones han hecho a nuestro planeta.