No hay una imagen que retrate mejor lo que el futbol significa en el campo de los valores que el abrazo que se dieron Lionel Messi y Neymar la noche del sábado pasado, en plena cancha del Estadio Maracaná, una vez que la selección argentina se proclamó campeona de la Copa América derrotando al representativo brasileño.
Todo aquel interesado en el futbol sabía de la amistad que estas dos enormes figuras de este deporte construyeron en los años que fueron compañeros en el FC Barcelona, pero estoy seguro que todos se sorprendieron de la capacidad de ambos para mostrarle al público el tamaño de esa fraternidad.
Neymar había llorado de forma desconsolada apenas el árbitro había silbado el final del partido, pero apenas se reconfortó fue a buscar a su amigo y le dio ese infinito y cálido apretón de brazos que el argentino le correspondió emocionado.
La portada de los diarios del día siguiente tenía que ser la de Lionel Messi levantando la copa que no había podido conseguir en toda su carrera, era obligado, pues además Argentina llevaba 28 años sin ganar un título de esta relevancia internacional. Pero yo bien la hubiera podido cambiar por esta imagen de los dos mostrándose tal respeto y admiración.
Los gestos de cercanía entre ambos jugadores no terminaron ahí. Largos minutos después, ya en el vestuario, Neymar ingresó al espacio del equipo visitante y permaneció muchos minutos platicando con Messi, con Leandro Paredes (compañero de Neymar en el PSG) como testigo casi mudo.
No faltará quien se atreva a criticar al brasileño por falta de solidaridad con sus compañeros derrotados, o inclusive podrán decir que no le importó el dolor de haber quedado en segundo lugar… Yo insisto en que este es un momento memorable en la historia del deporte, algo que debe repetirse en todas las canchas del mundo cada que se dispute algo que se considere trascendente.
Rafael Ocampo