El pasado fin de semana pudimos comprobar el alcance popular de dos grandes exponentes mexicanos en el deporte internacional: Saúl Canelo Álvarez y Sergio Checo Pérez. El primero alcanzando en Las Vegas la unificación del título de los pesos medios en las cuatro organizaciones que otorgan cinturones en el pugilismo… el segundo subiéndose al podio de triunfadores en el Gran Premio de México de automovilismo, alcanzando un tercer lugar y peleando hasta la última vuelta la posibilidad de rebasar al multicampeón Lewis Hamilton en la segunda posición.
Lo que genera el boxeo en términos populares es de sobra conocido. Es una lástima que los mexicanos se vean impedidos de poder presenciar en nuestro territorio este tipo de grandes combates. Queda solo verlos por televisión. Aun así, se generan momentos de suma expectación para ver a un boxeador al que a estas alturas de su carrera ya nadie le puede discutir su calidad.
Lo que ha generado el automovilismo en México a partir de que al Checo Pérez se le ha ubicado en una escudería que le ha dado un auto competitivo, es espectacular. Hoy se presencian las carreras de Fórmula 1 por televisión y se acude a la gran carrera que se efectúa en el Autódromo Hermanos Rodríguez con la real expectativa de que nuestro compatriota puede subirse al podio y sumar puntos.
Se puede hablar sin temor a ser imprecisos que Sergio Checo Pérez es hoy el máximo ídolo deportivo de México. No hay ninguna figura que convoque a la gente de forma tan masiva y festiva como él. Ni Saúl el Canelo Álvarez lo hace. Y eso que no ganó la carrera de ayer, ni va en primer lugar en la clasificación de pilotos. Pero la gente se siente involucrada con él. Se le vitorea no solo en el Autódromo, sino en las calles, en las plazas, en el transporte colectivo. Y lo más importante, se aprende de su deporte.
Rafael Ocampo