Conviene hacer una puntualización central sobre el VAR, el sistema creado para, mediante la tecnología, reducir los errores arbitrales en el futbol.
La decisión de la FIFA de aplicarlo en las federaciones o ligas que así lo han considerado e invertido en los recursos necesarios para su implementación, no puede ser cuestionada. Fue un gran acierto. Habría que revisar las muchísimas intervenciones en las que ha ayudado a que impere lo justo.
Lo que tiene que revisarse, y en el caso de la Liga BBVA, con urgencia, es la forma en la que humanos (ex árbitros en casi todos los casos) están haciendo uso de esos recursos tecnológicos.
El partido que jugaron la noche del martes pasado el Puebla y el América, en el estadio Cuauhtémoc, ofreció pruebas contundentes de que en México el VAR está atrapado entre la incapacidad y la deshonestidad.
Esto hay que acabarlo.
No puede ser que, una vez revisada una jugada en la que se trata de precisar si hay penalti, tras una falta de un jugador del América a uno del Puebla, se invente, ante los ojos de toda la audiencia, que la falta ocurrió fuera del área. O fue falta o no lo fue, pero no pueden establecer lo que nunca sucedió. Sacaron la jugada del área, en una zona en la que ambos jugadores nunca estuvieron.
La otra jugada polémica sucedió también en la portería defendida por Guillermo Ochoa. Un remate con la cabeza picado al césped que el guardameta americanista saca con una reacción felina tirándose a su derecha. Pero la pelota ¿entró o no entró?
Lo único que quedó claro es que ninguna de las tres repeticiones pudo demostrar con claridad qué sucedió. Y todo porque no se contó con la tecnología adecuada, con la cámara o sensor que se coloca justo en la línea de gol, sobre la portería misma.
Entiendo la desesperación de los entrenadores, directivos, jugadores y aficionados lastimados o afectados cada semana “por el VAR” Pero, quien se equivoca es un humano que debe ser evaluado.