La mejor forma, y quizá la más efectiva, que puede ejercer un aficionado al futbol que se siente “ofendido”, “avergonzado”, “herido” (o cualquier otro sentimiento negativo), con el club de sus afectos, es dejarle de apoyar.
Es también la manera más radical de protestar de forma legitima.
No digo que esa deba de ser la actitud de todo aquel que se sienta mal por los malos resultados de su equipo, pero sí puede ser la más efectiva.
Si la directiva o los propietarios del equipo en cuestión (dícese en estos momentos Cruz Azul o Pumas), son receptivos y hasta inteligentes, actuarán para que los buenos resultados regresen y sus aficionados no se les vayan.
Lo único que no se vale es protestar de forma violenta como lo vienen haciendo, de un tiempo para acá, algunos aficionados. Eso de insultar y hasta agredir físicamente a los jugadores no debe permitirse.
Les pasó a los integrantes de los Rayados del Monterrey tras el pésimo desempeño en el pasado Mundial de Clubes. Y les está pasando ahora a los jugadores de Cruz Azul y Pumas.
Ir al estadio y abuchear a sus jugadores desde las tribunas es otra manera muy activa de protestar. No me parece que sea algo muy válido o efectivo, pero quien paga un boleto está en todo su derecho de ejecutar una acción de este tipo.
Insisto, lo que es intolerable es dar paso a los violentos. No se pueden aplaudir las actitudes intimidatorias y amenazantes. De nadie.
Esto es un deporte-espectáculo. No hay más en juego que la distracción y la diversión.
Está en su derecho de sufrir lo que quiera sufrir el aficionado al futbol de los equipos que no dan más que vergüenzas, pero esto no le permite hacer sufrir a otros. Ni a los protagonistas del juego, ni a aficionados de su propio equipo ni a los de los rivales.
Se supone que esto lo saben todos, pero en México hay que estarlo recordando de forma muy cotidiana.
Rafael Ocampo
