Si el reglamento y, sobre todo, el presupuesto de cada club lo permite, no veo en dónde está el pecado cuando los Tigres deciden hacerse de jugadores tan atractivos como eficaces que actúan en equipos competidores de la Liga Mx.
Abordo este punto justo cuando parece inminente la contratación por parte de los ahora dirigidos por el argentino Diego Cocca, del temible delantero Nicolás Ibáñez, todavía enrolado con el campeón Pachuca.
Si esto se concreta estaríamos hablando de forma bastante objetiva de que los Tuzos se verán seriamente afectados en su capacidad goleadora y, por el otro lado, que un equipo que ya lucía poderoso, con un nuevo entrenador y figuras como el francés Gignac en muy buena forma, suene ahora indescifrable.
He escuchado algunas voces que reclaman, ante esta transacción, controles restrictivos por parte de la Liga Mx. Tan sencillo como que no se le permita a los Tigres usar su jugosa billetera ¿en el mercado nacional? Tan sencillo como que se le impida al equipo de la capital de Nuevo León desarmar a uno de los rivales más poderosos de la Liga Mx.
Pero esto es absolutamente improcedente. En el futbol no existen este tipo de medidas. No las hay en las principales Ligas de Europa o de Sudamérica, las más vistas por los espectadores de todo el mundo. No las hay en México. Ni tiene por qué haberlas.
Estoy seguro que en este juego todos salen beneficiados: el club vendedor (que vende muy caro y con ese dinero puede traer otros jugadores), el propio jugador sujeto del interés de otro club pues va a ganar mucho más dinero. Si pierde, por supuesto, el aficionado del equipo que pierde a su figura, pero gana también la afición del club comprador. Así que de lo que se trata en este juego es que cada club trabaje en fortalecer sus activos financieros y su apalancamiento para invertir.
Y lo mejor de todo: el dinero en este show no garantiza campeonatos.
Rafael Ocampo