Ni en los penosos y largos años de sequía de títulos, ni en todas las aproximaciones a los campeonatos que terminaron generando hirientes burlas al “subcampeonísimo”, había visto tan endeble al Cruz Azul al que todavía siguen millones de aficionados al futbol.
No hace casi nada que este club, ya con los nuevos dirigentes (que derrocaron al que parecía eterno presidente Guillermo Álvarez Cuevas), fue campeón. Lo hizo armando una propuesta seria y efectiva, bajo el mando de un ex jugador destacado, el peruano Juan Reynoso.
Pero todo ese equilibrio, todas las certezas que se costruyeron, se han ido desvaneciendo por muy cuestionables decisiones de su cuerpo directivo, pero sobre todo, por lo raquítico de los presupuestos de los que ahora disponen para reforzar al plantel.
La debilidad del equipo de futbol Cruz Azul es absolutamente correspondiente con la debilidad de la empresa cementera Cruz Azul. Esta se encuentra fracturada, en guerra civil, podría decirse también.
El grupo de dirigentes actuales no tiene el control total de la empresa. Por lo que sabe, al menos dos de las cuatro plantas donde fabrican el cemento que les da razón de existir en el mercado, están lejos de su dominio.
No tendría que afectar esto tanto el desempeño del equipo de futbol si el reducido dinero del que ahora disponen para manejarlo se empleara con inteligencia y conocimiento.
En tiempos de vacas flacas no se puede gastar el dinero de forma tan tonta. Las contrataciones de refuerzos en los últimos cuatro torneos (los que marcan esa debacle irreparable), son absolutamente fallidas.
Los dirigentes, para acabarla de amolar, han optado por construir una narrativa mentirosa (por consciencia o ingnorancia, ya da lo mismo), prometiendo refuerzos que saben que son inalcanzables.
Y ahora decidieron despedir a un entrenador que el torneo pasado les enderezó el rumbo… Y no saben ni a quién poner en su lugar. Andan viendo para qué les alcanza.
Rafael Ocampo