Algo necesariamente se está haciendo bien en el deporte de alto rendimiento del país, durante la gestión presidencial de Andrés Manuel López Obrador, como para que la delegación de atletas que nos representó en los Juegos Panamericanos de Chile 2023 se hubiera colocado en el tercer lugar del medallero, solo debajo de los Estados Unidos y Canadá.
Mucho, corrijo, se debe estar haciendo bien como para haber registrado el récord de 52 preseas doradas y así consolidar la mejor actuación en esta justa continental. La mejor. Por encima de Guadalajara 2011 y ya no se diga de aquellos juegos de 1975 llevados a cabo en el entonces Distrito Federal.
Para que un deportista de alto nivel competitivo consiga sus objetivos y triunfe es necesaria la participación solidaria y comprometida de todas las partes que constituyen o dan forma a un plan de trabajo. El motor principal, sin duda alguna, aquí y en China (país que se precia de haber elevado el deporte de alto rendimiento a prioridad de gobierno), es el atleta, con su voluntad y compromiso, luego su técnica y talento.
Pero luego vienen los entrenadores y el cuerpo especializado y multidisciplinario de médicos, psicólogos, terapeutas y metodólogos. Muchos de los recursos económicos para mantener la participación de todos éstos provienen del gobierno.
Y al mismo nivel se sitúan familiares y también amigos que, dependiendo del atleta en cuestión pueden resultar fundamentales o relativos, pero es imposible sacarlos de la ecuación del éxito.
Pues hay que reconocer que gusten o disgusten sus muy directas y a veces broncudas formas, el papel de Ana Gabriela Guevara como responsable gubernamental del deporte es también muy destacado. A la luz de los resultados en las dos ediciones de Juegos Panamericanos que le ha tocado a este gobierno (los de Lima 2019 y estos de Chile), no se puede concluir otra cosa. Y estos juegos, no los Centroamericanos ni los Olímpicos, deben de ser el referente.