Cultura

La poesía: espejo de nosotros mismos

En su presentación magistral en la Feria Internacional del Libro del Estado de México, apenas el sábado 25 de septiembre pasado, el poeta mexicano David Huerta (1949) hizo una alusión extensa y erudita a las coplas escritas por el español prerrenacentista Jorge Manrique (c. 1440-1479) en ocasión de la muerte de su padre, Don Rodrigo, al exponer las ideas de esa composición poética escrita en octosílabos para consuelo ante la muerte de un ser querido. No hay sentimiento más universal que éste. El poeta mexicano hizo esta referencia a la obra de Manrique y explicó en una nutrida alocución al público presente el valor de la poesía, que actualmente vive tiempos difíciles.

Lo dijo David Huerta y es menester repetirlo: la poesía nos convoca a vernos a nosotros mismos en el espejo de los versos que leemos. No importan aquí si esos versos tienen calidad literaria o no: importa el efecto que surten a los ojos de sus lectores.

¿Todo mensaje es poesía? Es común encontrar pensamientos en las redes sociales, mensajes motivacionales o verdades incontestables cuyo propósito es sacudir la conciencia sobre el tiempo presente, llamar a la acción o, simplemente, refrendar valores compartidos; sin embargo, la diferencia sustancial con la poesía es, en principio, que ésta no busca un fin práctico ni de aplicación inmediata; sus llamados no son a la acción, aunque en numerosas ocasiones toquen las fibras de la motivación en sus lectores para actuar.

Los poemas no pueden ser arengas, pues su fin es estético; es decir, la exposición de una idea, llana o abstracta, se logra a través de la construcción lingüística de una realidad, a cuya arquitectura se afilia el poeta para transmitir muchos elementos más que la idea; me refiero a cierta musicalidad y ritmo, cierta eufonía propia sólo de esa construcción, ciertas remembranzas o alusiones explícitas e implícitas a la tradición, la historia, el presente y, por qué no, a una prefiguración del futuro.

Irónico es que en la elegía de Manrique citada por David Huerta haya una alusión al tiempo en los siguientes términos:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

Una alusión al pasado no por ser intrínsecamente un mejor tiempo respecto del presente, sino porque en “aquel país extraño” que es el pasado, como lo definió Scott Joplin, fuimos felices, quizás sin saberlo. No tengo duda de que quienes escucharon el pasado fin de semana al poeta David Huerta fueron felices ante su magnífica explicación de los versos de Manrique, pues no hay mejor tributo a un autor de literatura, que leerlo, discutirlo y comprenderlo. Sigamos leyendo literatura para comprendernos a nosotros mismos.

Porfirio Hernández

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