Han pasado 40 años desde que la estación Radio Mexiquense empezara sus transmisiones en el 1600 de Amplitud Modulada, para un público que, azorado, empezó a escuchar y a aficionarse a la programación musical y de contenidos nuevo para el Valle de Toluca, y diferente, pues lo que hasta entonces se había escuchado en el Valle de Toluca era un programación comercial, basada en criterios de rating y sin contenidos orientación a la formación de públicos en cultura, salud, medio ambiente, y en general, la agenda ciudadana de los 80 desde una plataforma radial de servicio público.
La historia de la estación, su desarrollo y expansión, sus locutores y productores, todo está documentado en diversas publicaciones, pero ¿dónde encuentra uno el testimonio del impacto social que tuvo la Radio Mexiquense en la formación del gusto de numerosas generaciones de radioescuchas?
Nos hace falta esa historia. Estoy seguro de que quienes nos formamos en esas filas tendremos recuerdos, ejemplo de ese impacto. Yo tengo uno: una noche de otoño de 1984, Antonio Escribano y Tarsicio García Oliva invitaron a su programa "Dos hasta la medianoche", a un artista emergente en la escena del rock urbano de México: Rodrigo Eduardo González Guzmán, Rockdrigo González (1950-1985), quien en un programa de dos horas presentó su nuevo material musical grabado en casete: 13 canciones, entre las cuales estaban "Perro en el Periférico", "Huapanguero", "Ratas", "Canicas" y "No tengo tiempo de cambiar mi vida", parte de la única producción musical supervisada por él, “Hurbanistorias”, en una charla en la que manifestó su deseo de grabar un disco, que no se logró sino de manera póstuma.
La transmisión se encuentra en el sitio de Rockdrigo, con una breve explicación de Tarsicio García Oliva acerca de ese programa que por casualidad fue grabado, en el cual se percibe la "cosmovisión de un artista atento a su entorno y su momento, crítico sagaz y portavoz de una cultura y de un punto de vista que nos toca a pesar de la distancia temporal", escribió García Oliva, a quien recuerdo también con enorme admiración.
Recuerdo muy bien esa emisión. Desde entonces, busqué afanosamente en los tianguis la música de ese autor desconocido que se quedó grabado en mi gusto musical para siempre.
Nada más, pero nada menos. Así podría haber sucedido con otras personas, alrededor de otros episodios de la transmisión de Radio Mexiquense desde la amplitud modulada. Por eso, 40 años no alude solo a la línea continua del tiempo, de por sí un logro técnico y operativo, sino a la secuencia infinita de impactos individuales y personales de quienes la escuchamos. Felicidades, porque eso es un acontecimiento social de alto impacto, que se encuentra más allá de los recuentos anuales: es parte de la memoria colectiva de la sociedad actual.