Benedicto XVI, en su “Caritas in veritate”, comentó y explicó algunos puntos de la encíclica “Populoroum progressio” de su predecesor, el papa Pablo VI. Entre otros puntos reiteraba que “además de la libertad, el desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete la verdad”, con lo cual dejaba ver que ser libre implica naturalmente una responsabilidad. Añadía que “La vocación al progreso impulsa a los hombres a ‘hacer, conocer y tener más para ser más’. Pero la cuestión es: ¿qué significa ‘ser más’?”
Recordaba que Pablo VI había respondido a la pregunta indicando que el auténtico desarrollo debe ser integral y, por ello, promover a todos los hombres y a todo el hombre, lo que significaba que el desarrollo era para todos y también en todos los aspectos de la persona. Ser más significaría entonces desarrollarse, pero con un sentido más profundo que el meramente económico. Así, Benedicto pasa a subrayar “el valor incondicional de la persona humana y el sentido de su crecimiento”. El adjetivo incondicional nos orienta a reconocer que no existe nada que pueda ponerse en lugar de la persona, porque la persona no es relativa a alguna cosa que permita poner condiciones que la releguen a un segundo plano.
De estas consideraciones que se pueden ubicar en el terreno filosófico y, por lo mismo, asimilables por cualquier persona de buena voluntad, incluso no creyente, pasa el pontífice a varias observaciones de orden teológico, es decir, de fe, que competen a los que creemos. Nos indica que “la fe cristiana se ocupa del desarrollo, no apoyándose en privilegios o posiciones de poder, ni tampoco en los méritos de los cristianos, que ciertamente se han dado y también hoy se dan, junto con sus naturales limitaciones, sino sólo en Cristo, al cual debe remitirse toda vocación auténtica al desarrollo humano integral”.
Me llama la atención la motivación para ocuparse del desarrollo por parte de los cristianos y es que se apoya en Cristo. Ahora, afirma también que no se trata de los méritos de los cristianos, los cuales reconoce en ellos tanto como las limitaciones (o sea, sus errores). Por eso, lo que los creyentes ofrecen al mundo es una “una visión global del hombre y de la humanidad”. Concluye con palabras de Pablo VI: “El desarrollo humano integral en el plano natural, al ser respuesta a una vocación de Dios creador, requiere su autentificación en ‘un humanismo trascendental’, que da (al hombre) su mayor plenitud; ésta es la finalidad suprema del desarrollo personal”.