Política

Moral totalitaria

En el libro del profeta Jeremías, que vivió los años dramáticos de la conquista del Reino de Judá por los babilonios en el siglo VI antes de Cristo, nos encontramos un versículo que rechazaba un dicho de aquellos tiempos: “En aquellos días no dirán más que los padres comieron las uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes”. Esta posición de Jeremías, que podríamos llamar de la “responsabilidad personal”, se profundizó por Jesús y luego por la Iglesia, lo cual constituyó un gran refuerzo a la ética y al derecho.

Un cambio radical de perspectiva se dio en la moral de las ideologías totalitarias que, naturalmente con raíces en los siglos precedentes, florecieron y dominaron amplios escenarios políticos el siglo pasado. En efecto, si antes un acto se atribuía a la responsabilidad personal y era digno de encomio o, por el contrario, de rechazo o incluso digno de ser penalizado, las ideologías propusieron una culpabilidad en la que la responsabilidad personal se diluía en la pertenencia a una cierta categoría.

Esto era, para unos, una cuestión de clases, por lo que no importaba que una persona hubiera cometido algún crimen o acto injusto cuya efectiva comisión y responsabilidad tuviese que ser probada ante un tribunal para que ahí se determinara su castigo, si se trataba de un burgués era suficiente para que mereciera muchas veces hasta la muerte.

Para otros no se trataba de la clase, sino de la raza, de modo que tampoco era necesario probar que una persona había actuado mal y llevado a cabo un crimen, pues era suficiente que perteneciera a la raza cargada ya de antemano con la culpa para que recibiera su castigo.

Ciertamente se pueden encontrar casos históricos análogos previos a la aparición de las ideologías del siglo XX, pero ni la sistematización y justificación de este tipo de actitudes, ni la extensión de sus consecuencias había alcanzado nunca los niveles que se vieron el siglo pasado.

La concentración del poder que lograron los líderes totalitarios del siglo pasado permite explicar el porqué de las muertes y desgracias de millones de personas que operaron bajo esos principios. Pero parece que los seres humanos no aprendemos la lección. ¿Acaso no es sembrar las mismas semillas usar categorías o etiquetar adversarios para desacreditar moralmente a las personas?

Este comentario lo pensaba dedicar a los documentos sociales de los pontífices, que retomaremos, pero me pareció conveniente compartir por hoy este tema. Aprovecho para felicitar a todas las mujeres con motivo del día dedicado a ellas.

Pedro Miguel Funes Díaz


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