Política

Cristianismo e individualismo

Algunas veces me he encontrado con comentarios que relacionan el cristianismo y el individualismo como si existiera un vínculo esencial entre ambas cosas. Tal vez algunos pudieran pensar o haber pensado de esta forma, pero en realidad, al profundizar en el tema, puede verse que desde las raíces cristianas la salvación para el hombre es una realidad comunitaria y, por lo mismo, alejada de lo que llamamos individualismo.

Este punto es abordado por Benedicto XVI en una de sus encíclicas, la “Spe salvi”. En el número 14 recuerda la Carta a los Hebreos, del Nuevo Testamento, que habla de la aspiración a una patria celestial y de que Dios ha preparado una “ciudad” para quienes son fieles. Señala también que los “Padres” (santos sabios de los primeros tiempos) entendían el pecado como “destrucción de la unidad del género humano”, de modo que la obra de Cristo consiste en la restauración de dicha unidad.

Ciertamente, podrá observar alguno, tales cosas se refieren a la vida bienaventurada, más allá de este mundo terrenal. El papa dice que precisamente porque tiene que ver con la vida bienaventurada “tiene que ver con la edificación del mundo de maneras muy diferentes según el contexto histórico y las posibilidades que éste ofrece o excluye”. Luego pasa a poner algunos ejemplos históricos de la vivencia de este trabajo de edificación del mundo.

Puede darse que haya quien confunda el hecho de sostener que el principio de la dignidad de cada persona con la idea de que hay que considerarla como individuo aislado. Pero esto no es así, sobre todo si pensamos en cómo se ha llegado a la valoración de la persona en el mundo. En efecto, la persona tiene históricamente dos referencias histórico-teológicas importantes, una las reflexiones alrededor del tema de que Cristo es una persona que posee dos naturalezas y, la otra, el tema de la unidad de Dios y la trinidad de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los temas señalados llevaban a la concepción de la persona y de su perfección, y salvación, necesariamente en relación con otras personas, de alguna forma bajo el modelo trinitario. Una persona humana, por ello, no puede alcanzar su plenitud o realización de forma puramente individual, porque necesita de las otras personas. La dignidad de la persona nos lleva a la igualdad de las personas y a la necesidad de las relaciones que se tejen entre ellas. Los cristianos no debemos caer en el individualismo de la salvación sino comprometernos en favor de los demás, ya desde este mundo.


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Pedro Miguel Funes Díaz
  • Pedro Miguel Funes Díaz
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