Todas las fuerzas de la vieja ultraderecha se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma. Pero un momento… no existe “el” ecologismo: son muchas y muy variadas las teorías ecologistas que, en ocasiones, son tan diferentes que resultan incompatibles. Hay ecologismos de ultraderecha que defienden el capitalismo y hay ecologismos de izquierda radical que consideran que para ser ecológicos, el capitalismo debe de morir.
Ejemplo de esto último sería la teoría y la práxis de Sean Sweeney, quien considera que debemos partir de “la necesidad científica de «descarbonizar» el capitalismo”, para lo cual es necesario tanto respetar la ciencia como lograr cambios revolucionarios en la producción y el consumo, de tal magnitud, que son incompatibles con el capitalismo. Por eso para él no son viables los “capitalismos verdes”, esto es: el capitalismo, per se, no puede ser ecológico. Para Sweeney, el ecologismo debe sustentarse en un “sindicalismo ecologista” que acabe con el capitalismo desde dentro.
De manera contrastante con ese ecologismo de izquierda, estaría el llamado “capitalismo verde”, que considera que todo es sencillo; en primer lugar, el problema no es de todo el mundo, sino de ciertos países, y puede remediarse con pequeños cambios en los procesos de producción para hacerlos menos dañinos. Así, bastaría con sistemas de reciclaje y con el buen uso del sistema para resolver los problemas ambientales existentes que no son tan complejos de resolver. Este “ecologismo” ve en la naturaleza objetos que pueden privatizarse; “insumos” en el proceso de producción capitalista.
De modo que hablar en general del “ecologismo” requiere un desconocimiento tremendo del tema, porque en esto hay, como diría mi abuelita, de dulce, de chile y de manteca. ¿Para qué, entonces, dar el mismo nombre a todas estas corrientes de “ecologismos”? Bueno, es que existe un dato duro que todas ellas tienen como punto de partida: el ser humano le ha hecho tanto daño al planeta, que si no cambiamos el rumbo, acabaremos al menos, con nuestra especie junto con miles más de las que ya hemos extinguido.
Lo anterior no es una “creencia” compartida por los diferentes ecologismos; son simplemente datos científicos que pueden interpretarse desde diferentes perspectivas, pero los datos están ahí, a la mano de cualquiera que intente conocerlos.
En resumen, el ecologismo de derecha diría: en este país podemos continuar empleando carbón, solo con más cuidado. El ecologismo de izquierda diría: el problema no es de un país, sino de un sistema que ha cosificado humanos, animales y ecosistemas, y por ello debemos unirnos para acabar con él desde sus entrañas: “ecologistas del mundo,¡uníos!”
Paulina Rivero