Pensarnos como una dualidad es algo tan cotidiano, que ni siquiera nos damos cuenta. Hablamos de enfermedades psicosomáticas, aludiendo a las enfermedades cuyo origen está en la mente y afectan al cuerpo, como si se tratara de dos entidades diferentes. Esta forma de pensar, responde al dualismo metafísico entre materia y energía, que son los únicos aspectos que conocemos de la totalidad: nuestra estructura no puede conocer nada más.
Algunos pensadores a lo largo de la historia de la filosofía, se refirieron a este mismo dualismo como extensión y pensamiento, y ese dualismo ha acompañado a la humanidad desde que comenzó a pensar.
Y es que pensar, genera otro tipo de entidades completamente diferentes a las entidades reales, que ocupan un lugar en el espacio, como lo es nuestro cuerpo, una planta, un animal o una cosa. A diferencia de ellas, nuestro pensamiento genera entes ideales que no ocupan un lugar en el espacio, sino que son ideas o pensamientos. Claro que esta es una forma muy simple de plantearlo, pero en el fondo lo que me interesa es formular la pregunta por el dualismo: ¿podría existir una forma diferente de concebirnos en el mundo, que no fuera dualista?
En la antigüedad china algunas escuelas de filosofía llegaron a proponer tres componentes de la realidad en el ser humano: esto lo lograron, separando las cualidades escatológicas de las cualidades racionales de la mente. Para nosotros es usual pensar que la mente es ese aspecto no tangible, que no solo procesa información y entiende el mundo, sino que sobrevive a la muerte. De manera que las cualidades escatológicas y las cualidades racionales se unieron en un solo concepto: el concepto psique. Este concepto griego, fue traducido en ocasiones como mente y en ocasiones como alma: todo dependía del viso que el traductor quería dar a la palabra.
La mente piensa, dice la ciencia, y el alma sobrevive después del cuerpo, dice la religión. De modo que en este concepto se mezclaron dos aspectos diferentes de dos puntos de vista completamente diferentes: la ciencia y la religión. La religión aportó las cualidades escatológicas del concepto, mientras que la ciencia aportó las cualidades racionales.
Lo que hemos olvidado con toda esta historia es que la psique no es una cosa, no es algo independiente del cuerpo gracias a la cual podemos abandonar el umbral del presente y recordar el pasado o proyectar el futuro.
Si analizamos lo anterior, en primer lugar, es falso que los animales no pueden hacerlo: los animales le temen a aquello que en el pasado les ha dado una mala experiencia, como un caballo puede temer a una víbora. Asimismo, los animales proyectan su deseo al futuro cuando deciden comer, o cuando piden salir o entrar en el caso de un animal de casa: están expresando algo que desean que suceda y que no está sucediendo en el presente inmediato. Nuevamente, como suele suceder, nuestra diferencia con respecto a ellos es solamente de grado.
Lo que me interesa cuestionar de qué tan adecuada es la concepción de nuestra mismidad como un ser dual, o como una unidad dual: no me parece adecuada, por varias razones. La primera de ellas es que esta forma de concebir remarca únicamente dos aspectos de la multiplicidad que nos compone. No somos solamente cuerpo y alma racional, me parece que esta forma de concebirnos está mal planteada y no permite avanzar hacia una concepción más enriquecida del ser humano.
Para Nietzsche somos un cuerpo que genera múltiples formas de conocer y de estar en el mundo: percepción, intuición, instinto, razonamiento: todas nuestras formas de estar en el mundo en el momento en que lo conocemos forman parte de una unidad con un solo sentido, que es el sentido de ser humano. Para Nietzsche no somos una dualidad, sino una multiplicidad de facetas que tiene un sentido único, el cual no radica en trascender la muerte, sino en vivir la vida.
Nietzsche llama al cuerpo la Gran Razón, y considera que la pequeña razón, la razón argumental, puede dar discursos sobre lo que el individuo quiere o no quiere, mientras que el cuerpo sin hablar simplemente hace: “Dices yo, el cuerpo no dice yo: el cuerpo hace yo”.
Conocemos a la gente, no por lo que dice, sino por lo que hace, no por sus discursos, sino por la forma en que vive, no por su pensamiento, sino por su forma de estar en el mundo.
Romper con esa dualidad puede abrir la perspectiva a concebirnos como una multiplicidad dotada de un único sentido, que es vivir la vida.