La transformación de los viejos zoológicos en nuevos centros para la recuperación de la fauna endémica parece ser una medida destinada a extenderse por todo el mundo. Cada vez es más notoria la ineficacia de las razones que se esgrimen para defender la existencia de estos parques, a saber: investigación y conservación de las especies, así como recreación y educación de los ciudadanos.
En efecto, la investigación sobre la conducta de los animales debe realizarse, como lo supo Konrad Lorenz, en su hábitat natural y no en cautiverio: los animales cautivos se comportan de un modo radicalmente diferente a como lo hacen en libertad. Por su parte, la conservación de una especie requiere llevarse a cabo en su lugar de origen. China ha llevado a cabo un fuerte programa para la conservación del oso panda, en África la doctora Dame Daphne Sheldrick ha llevado a cabo un exitoso programa para la conservación del elefante, en Indonesia la doctora Biruté Gáldikas continúa incorporando a los orangutanes a su hábitat natural, pero ¿en qué sentido es útil para la investigación o la conservación de las especies tener un oso polar o un pingüino en un país tropical? Es ridículo, por emplear un mero eufemismo.
Ha quedado demostrado también que la exhibición de animales en cautiverio no colabora en la educación de los ciudadanos ni debiera por lo mismo ser parte de su esparcimiento. Los animales en cautiverio no son felices, muchos de ellos incluso enloquecen; permitir y hasta promover que una persona se divierta al ver el sufrimiento de un animal, mal educa la sensibilidad de un individuo ante el dolor y la falta de libertad de un ser vivo. Considerar que esta práctica es "educativa", en pleno siglo XXI, borda en lo grotesco. ¿Cómo podemos aspirar a una comunidad mentalmente sana, si le enseñamos a nuestros hijos que está bien privar a otro ser de su libertad y enjaularlo con la sola finalidad de divertirnos?
En ese tenor, Costa Rica, Argentina y Canadá, entre otros países, han comenzado a transformar sus zoológicos en centros de recuperación y conservación de la fauna autóctona. Esos países han caído en cuenta de que al proteger animales propios de la región, mejoran la educación de sus ciudadanos al enseñarles a respetar y salvaguardar la vida de animales con los que conviven. ¿Cuándo vamos a toparnos con un gorila o un oso polar? Hace falta educar a nuestra población en el respeto por la vida de la fauna propia de sus localidades.
Esto es importante porque México es uno de los países con mayor diversidad de fauna y flora, y de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) más de 2 mil 500 especies se encuentran ya en riesgo; más de 800 especies están amenazadas; más de mil especies requieren de protección especial y casi 500 se encuentran en franco peligro de extinción. Entre estas últimas, algunas ya difícilmente se salvarán, como sucede con la vaquita marina, de la cual quedan poco más de 50 ejemplares, o el lobo mexicano, e increíble: la víbora de cascabel de Isla Santa, el ajolote y hasta la iguana. Con casi 500 especies en peligro de extinción es absurdo contar con zoológicos donde mueren elefantes, orangutanes, gorilas, rinocerontes y demás especies ajenas a nuestro país, y carecer de un lugar lo suficientemente amplio e importante donde se proteja, se reproduzca y se exhiba de manera responsable a la fauna autóctona.
Todo parece indicar que la secretaria del Medio Ambiente capitalino, Tanya Müller, está dispuesta a que esto cambie. En una reciente entrevista con la presidente de Proyecto Gran Simio en México, licenciada Paulina Bermúdez Landa, con el representante de la sociedad Franz Weber en México, licenciado Gustavo Lozano, y una servidora, la funcionaria capitalina se comprometió a la dar inicio a un programa para la transformación de los zoológicos capitalinos.
El acuerdo, aún por firmarse, propone zoológicos más divertidos y educativos que conserven y protejan la fauna propia del país. Tenemos pues a una servidora pública que ha sabido asumirse como tal; se ha comprometido a no volver a importar un solo animal exótico de otros países y acepta la necesidad de que nuestros zoológicos se transformen en espacios inteligentes que cumplan con las funciones con que los zoológicos no han podido cumplir.
Enhorabuena: continuemos pendientes de este proceso que debe lograrse y podrá enorgullecernos como habitantes de nuestra ciudad capital.