Cultura

Mejor mis tarugadas

Entre las pasiones de José Alfredo Jiménez quizás una de las más significativas es la del futbol. La escuela Centenario, frente a la casa de los abuelos, fue el colegio en el que estudió mi padre hasta los 10 años. Aquellos que tengan la posibilidad de visitar Dolores Hidalgo, podrán darse una vuelta por la zona y ver el edificio y sus patios en los que José Alfredo empezó a patear balones con sus compañeros. Sin embargo, fue hasta que se instaló en el Distrito Federal cuando, en la Alameda de Santa María, aprendió a desplazarse con la mentalidad de un futbolista. El barrio es el mejor maestro para que los jóvenes aprendan los oficios.

En estas fechas aún seguimos moviéndonos al ritmo de lo que nos dejó el mundial 2022. Todavía escuchamos comentarios, añoramos algún encuentro, recordamos los goles que nos hicieron saltar del asiento, valoramos el coraje y liderazgo de Lionel Messi y volvemos a ensoñar a nuestra selección levantando el trofeo.

Mejor mis tarugadas
Mejor mis tarugadas

Cuando tuvimos la oportunidad de vivir el campeonato de la Copa del Mundo en México por primera vez, era 1970. Una mañana, mi padre despertó eufórico y apresurado porque quería que fuéramos a la tienda de sus amigos, los Hermanos Vázquez, a comprar una televisión más grande para ver los partidos; huelga decir que nada tienen que ver los aparatos setenteros con las pantallas que hoy podemos disfrutar; sin embargo, conservamos aquel televisor durante muchísimos años. En aquella época José Alfredo había escrito unos versos sobre la música de “Jinetes en el cielo” para que se anunciara la mueblería:

La tienda más moderna del Distrito Federal, la más grande y completa para mejorar su hogar, con Los hermanos Vázquez, con Los hermanos Vázquez ahí lo encontrará…

Mejor mis tarugadas
Mejor mis tarugadas

José Alfredo comenzó a entusiasmarse con el futbol en la Alameda de Santa María la Ribera, por ser el sitio en donde se sentía integrado. Llegó a la capital de México a los diez años, triste y desconcertado después de la muerte de su padre, así que aquel lugar fue el remanso que le permitió desahogar sus penas, encontrar amigos y, de distintas maneras, sentir pertenencia a un entorno apenas conocido. Muchos chamacos se reunían después del colegio a patear balones en la alameda. Ese juguete permitía que los niños entablaran lazos a pesar de cualquier diferencia. El parque de Santa María con su quiosco morisco fue el punto de unión entre los barrios de la zona: San Rafael, Juárez, Tabacalera.

Ya en la adolescencia, mi padre empezó a destacar por sus habilidades futbolísticas, era su única distracción gratuita y generadora de endorfinas que mucha falta le hacían. Ese deporte le sirvió para ser un joven feliz y con ilusiones. Entre los compañeros que se reunían para jugar, hubo dos que fueron de enorme importancia para José Alfredo, su inseparable amigo Benjamín Rábago y Antonio, “La Tota”, Carbajal. Practicaban todos los días y en una ocasión los buscadores de talentos del equipo Oviedo se acercaron para convencer a Carbajal y a Fello de integrarse al equipo. Antonio era tres años más joven que mi padre, así que jugarían en distintas categorías, sin embargo, en momentos especiales compartieron la portería; ambos fueron arqueros y muy completos. Durante largo tiempo don Antonio fue el único mexicano llamado cinco copas, por haber participado en cinco mundiales. Una de las canciones que más le gustaban era “Llegando a ti”, cuando José Alfredo pasaba por León, Guanajuato, le llevaban serenata a su esposa y empezaban cantando:

Poco a poco me voy acercando a ti, poco a poco la distancia se va haciendo menos; yo no sé si tu vives pensando en mí porque yo sólo pienso en tu amor y en tus besos. Qué bonito es querer como quiero yo, qué bonito entregarse todito completo; yo no sé ni pregunto cómo es tu amor, pero a ti, como a mí no te cabe en el cuerpo…

Mejor mis tarugadas
Mejor mis tarugadas

Finalmente, un buen día Antonio Carbajal se regresó a su tierra natal y fue designado el arquero oficial del equipo León; por su parte, a José Alfredo lo contrataron en el Club Deportivo Marte, uno de los equipos más competitivos del Distrito Federal durante la primera mitad del siglo XX. Cabe señalar que en los años de la estabilización del México postrevolucionario la presencia de los militares tuvo un papel muy importante dentro de la sociedad. No obstante, el paso de mi padre por las filas de aquel deportivo fue de corta temporada. Trabajaba como mesero en el restaurante La Sirena, ahí, con el hijo de don Mateo Ponce, Jorge, llamado de cariño “El Panucho”, formaron el trío Los Rebeldes y, pues, no sobra decir, que los tres trabajos se saturaban durante los fines de semana; de tal manera que José Alfredo no se daba abasto para cubrir óptimamente cada uno de los oficios que desempeñaba.

Cuenta la anécdota que, una mañana, después de una goliza recibida, el entrenador lo increpó: “Cuervo, tú tienes piernas para llegar a ser un gran portero, pero ¡ah, cómo te quitan tiempo las tarugadas de tus canciones! ¡Ya decídete!” José Alfredo recordaba: “…yo me decidí por mis tarugadas y creo que no me fue tan mal”.

Tanto Antonio como José Alfredo con frecuencia se ausentaban de sus hogares debido a las constantes giras que tenían que realizar por sus trabajos; de modo que, “Llegando a ti”, era la canción que elegían para volver a casa.

Poco a poco me voy acercando a ti, poco a poco se me llenan los ojos de llanto; qué bonito es llorar cuando lloro así, con tu amor, junto a ti y adorándote tanto.

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Paloma Jiménez Gálvez

*Doctora en Letras Hispánicas.

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Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
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  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
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