Tras ver el video de la paliza que le propinaron los pasajeros al ladrón que subió a asaltarlos, pregunté por WhatsApp: “¿Estás de acuerdo en la reacción de los pasajeros de la combi?”. Las respuestas no tuvieron desperdicio.
“Le faltaron dos horas más de chingazos”; “Le fue bien al rata”; “Ojalá le hubieran dado cran”; “Esas ratas asquerosas no se componen”; “A otros los han linchado”; “A mí me parece mal que no lo mataran”; “Yo le daba 20 mil putazos”; “Ta’ bien, apenas así entienden”; “Se lo merecía, ni modo”; “Era su vida o la de ellos”; “Yo estoy definitivamente a favor, claro, sin matarlo”…
De las más de 40 personas que me contestaron, solo cuatro estuvieron en contra: “No estoy a favor de la violencia”; “La sociedad debe pedir al gobierno la seguridad y esa no es la forma”; “Lo que ocurrió no va a resolver nada”; “Fue una acción violenta e incivilizada”.
En mi pequeña encuesta descubrí algunas causas que explicaban el fenómeno: “Cuando la violencia supera a la autoridad, no queda de otra. Pasar al instinto animal”; “Mal encauzado, pero es parte del hartazgo”; “A falta de estado de derecho”; “Lo único que les puede detener es el miedo a lo que les puede pasar”; “Los atrapan y luego los sueltan”; “Imposible confiar en la policía y la procuraduría”; “Se encienden los ánimos y entra el instinto animal. La jauría”;
La ciudadanía se siente harta, indefensa, insegura, molesta, acosada, dispuesta a renunciar a la civilidad por proteger sus bienes y no hundir más la frágil economía familiar.
¿Esto justifica el linchamiento? ¿La justicia de combi resuelve el problema? ¿Muerta la rata se acabó el problema? ¿Cuántas ratas más debemos matar? ¿Matar al ladrón para darle lo que le corresponde? ¿La muerte es el referente de lo justo?
Y una vez que hayamos descargado nuestra rabia, agotados, sin ojos, ni dientes, en puros jirones, caeremos en cuenta que esta vuelta a la animalidad resultó inútil, porque no pudimos acabar con los malandros a punta de mordidas, patadas, golpes y aruñones.
Visto lo visto, sigo convencido que la violencia perfecciona y reinventa las formas de la violencia.