Aprovechando que podrá darse un respiro, van tres razones por las cuales no puede perder la oportunidad de ver la serie Adolescencia.
La dirección de Philip Barantini, al igual que las actuaciones de Stephen Graham (el papá), Owen Cooper (el niño protagonista), Christine Tremarco (la madre) y Erin Doherty (la psicóloga), no tienen desperdicio. Lo que atinadamente van descubriendo los cuatro capítulos desmadeja un drama que, de principio a fin, le mantendrá con los pelos de punta.
Reflexionar en torno a lo que revela el descenso al subsuelo de la “normalidad” es la segunda razón por la cual usted no debe perderse la serie. Un niño normal, criado en el contexto de una familia normal, que acude a una escuela normal, de un barrio normal, así, sin más, apuñala a sangre fría a una de las chicas populares de su clase. ¿Por qué y cómo se gesta el instinto asesino de un adolescente en el seno de una familia integrada, armónica, funcional y preocupada por el presente y futuro de los hijos? Tras las indagaciones policiacas y efectos desatados por un hecho tan monstruoso, ¿qué podría y debería esperar una familia que hizo lo que estaba a su alcance para formar de la mejor manera posible a sus hijos? ¿Qué perdió de vista?
¿Un hijo con el que se habla y convive todos los días es al mismo tiempo un completo desconocido? ¿De qué forma y en qué medida padre y madre son responsables de la acción realizada por su hijo? ¿Cabe hablar de responsabilidad o culpa?
Y si de responsabilidad o culpa se trata, ¿cuál es la de la escuela? ¿Y la de los docentes que atestiguaron la relación entre Jamie y la compañera que asesinó? ¿Solo él podría haber cometido un hecho así o en su misma clase hay otros Jimies? ¿Qué sabe la escuela, y qué tan consciente es de lo que desconoce, respecto al peligro latente que hay en la forma que se relacionan sus estudiantes?
Esta última pregunta, que no agota muchas otras, es la tercera razón para no perderse la serie: dimensionar los riesgos del fracaso del sistema preventivo y correctivo del modelo escolar de bienestar emocional y físico. Más allá del bullying, ¿la escuela sabe cómo prevenir y lidiar con los efectos de una masculinidad mal entendida? ¿Cuenta con protocolos de atención adecuados? ¿Sabe aplicarlos?
En próxima entrega trataré de responder algunas de estas preguntas.