Los montículos de zapatos, ropa, artículos de viaje, balas, casquillos percutidos y huesos calcinados encontrados en el rancho Izaguirre, de Teuchitlán, Jalisco, me hicieron recordar un par de libros que describen el temor constante a ser pasado por las armas y terminar en los hornos de cremación, y en algunos hechos que, pensé, la humanidad no se permitiría jamás.
Al momento, las investigaciones revelan que el rancho era un campo de entrenamiento delictivo y de exterminio. Dicha versatilidad se supo hasta que el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco dio con lo que meses atrás ni policías, peritos y soldados lograron encontrar tras el enfrentamiento sostenido en septiembre de 2024, donde fueron detenidos 10 criminales del cártel Jalisco Nueva Generación y rescataron a dos personas que podían haberse estado entrenando para sumarse a las filas del sicariato o, en su defecto, ser asesinadas, troceadas y consumidas por las llamas de alguno de los crematorios escondidos en la parcela.
Los métodos para la reclusión y el uso de los crematorios me recordaron lo dicho por Primo Levi en Si esto es un hombre. El internamiento se realizaba por medio del engaño, para luego desdibujar la identidad de los recluidos. Si en los de concentración el nombre se sustituía por un número, en el rancho Izaguirre se reemplazaba con un apodo.
A decir de los relatos de un par de jóvenes que lograron escapar, también existen similitudes en las estrategias empleadas para sobrevivir, las cuales, por cierto, priman sobre cualquier principio ético, ya que el temor a ser pasado por las armas y acabar devorado por las llamas de los hornos de cremación sepulta cualquier aspiración o imperativo de carácter moral.
Justo esto último me hizo recordar Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, donde se describe la forma en que el mal puede ser perpetrado por personas “comunes” que actúan sin reflexionar sobre las consecuencias éticas de sus acciones. Las listas de los apresados y las cartas de despedida encontradas en el rancho me hicieron recordar la forma en que la maquinaria burocrática del régimen nazi despojó a las víctimas de su humanidad.
No pasará mucho tiempo para que la verdad histórica nos decepcione. Mientras ésta llega, las investigaciones seguirán su curso para que las autoridades de todos los niveles, como dijo la Presidenta, continúen “deslindando las responsabilidades que se tienen que deslindar”.