Esta mañana participé en un congreso dirigido a padres y madres de familia, donde tuve oportunidad de dictar una conferencia sobre los valores que abrazan los adolescentes de la llamada Generación Z.
De entre los autores y textos que referí quisiera retomar algunas ideas de La generación ansiosa, de Jonathan Haidt, donde analiza los principales problemas sufridos por niños y jóvenes que se dicen “atrapados” por el uso descontrolado de las redes sociales.
El libro parte de la siguiente premisa: “la sobreprotección en el mundo real y la infraprotección en el virtual, son las principales razones por las cuales los niños nacidos a partir de 1995 se convirtieron en la generación ansiosa”. Para quienes crecimos jugando con nuestros amigos en calles, parques, plazas públicas, cerros y ríos, dicha premisa tiene pleno sentido. Me explico.
El confinamiento en el que transcurre la vida de los menores de 19 años, a decir de Haidt, les ha conducido a enfrentar cuatro efectos perniciosos:
a)Privación social. Paradójicamente, la hiperconexión digital ha traído consigo una creciente sensación de aislamiento social, que deforma la autopercepción sobre la pertenencia y conexión grupal.
b) Falta de sueño. Los niños y adolescentes que no duermen lo suficiente, son más propensos a experimentar síntomas de ansiedad y depresión, además de problemas físicos y cognitivos.
c) Fragmentación de la atención. Las inagotables y permanentes notificaciones de los dispositivos inteligentes comprometen la capacidad de concentración al momento de realizar tareas prolongadas y complejas.
d) Adicción. Las redes sociales generan dopamina, la cual provoca que niños y jóvenes (y no tan jóvenes) utilicen de manera compulsiva dispositivos y plataformas, desplazando actividades clave como la interacción cara a cara, el ejercicio físico y el estudio.
¿Hay algunas salidas para promover en casa? Haidt propone fomentar las conexiones físicas reales; establecer límites en el tiempo de uso de los dispositivos digitales; respetar las horas de sueño; fomentar la autonomía y la resiliencia; promover hábitos saludables; estimular el pensamiento crítico; ofrecer apoyo y mantener una comunicación abierta, y buscar ayuda profesional. Sobre los detalles finos de cada una de estas estrategias le hablaré en alguna de mis próximas entregas.