Nos hemos dado cuenta que las enfermedades virales aparecen en el mundo causadas por primera vez por un virus desconocido hasta ese momento; se trata de virus nuevos o reemergentes.
Existen factores humanos y ambientales o ecológicos que favorecen la presencia de tales virus. Pero también existen factores propiamente virales en su naturaleza que influyen en la aparición de enfermedades.
Durante la pandemia de COVID 19, los medios de comunicación reportaron que el coronavirus que se había aislado en China había mutado; y por tanto, se hizo más virulento y peligroso.
Esto le dio al término mutación la connotación de peligro.
Los virus no es que muten, es que se la viven mutando. La población viral son miles de millones de virus que se están duplicando a una velocidad rapidísima y constante.
El coronavirus con un genoma de RNA, tiene una enzima que se encarga de copiarlo, la RNA polimerasa; pero esta enzima es una copiadora muy torpe y “saca copias de mala calidad, con mutaciones”.
Por ejemplo, mientras que un virus con genoma de ADN “saca una mala copia” cada 10 mil millones de copias, el coronavirus comete un error cada 100 mil copias.
Este fenómeno de mutación y la capacidad de replicación viral a velocidades muy altas, hacen que la capacidad de adaptación y evolución de los virus sea enorme.
En los virus la capacidad de mutación, o cambio a muy alta velocidad, es parte de su selección natural; por eso aparecen nuevos virus en tiempos muy cortos.
Aunque hay que andarse con mucho cuidado; cabe la posibilidad de que la mutación, en vez de hacer al virus más virulentos y peligrosos; vaya haciendo que el virus se adapte mejor al ser humano, y se haga cada vez menos letal, con síntomas menos graves, pero con más capacidad de propagación.
Eso es lo que al virus le interesa, un mejor “hospedaje”, pero ¡mucho ojo! a los virus no hay que confiarles nada, lo mejor es no hacer predicciones.
